Es algo que no tiene nada que ver con religión o tendencia política, existe desde el nacimiento de la humanidad, desde lo más adentro del sentido común y está inspirado en el individuo, según expertos, soportado en el manejo de la inteligencia, el arraigo cultural, el insumo espiritual y emocional. Uno de los nuestros, inmenso de la literatura hispanoamericana en el siglo pasado, El Maestro Álvaro Mutis lo definió así: “Cuando la gratitud es tan absoluta, las palabras sobran.”
En nuestros países de la región, lo que se conoce como la quejadera es muy popular, sin distingos en la sociedad e invade todos los estratos sociales o condiciones de vida, y se presenta casi a diario, lo más grave es que afecta nuestro estado de ánimo y contamina el de las personas que nos rodean, conduce el ambiente hacia el pesimismo. Siempre consideramos que lo que tenemos, que Dios y el destino nos han regalado, es insuficiente, poco, queremos más y más, nos comportamos como acumuladores de cosas, de sentimientos indefinibles de desconocimiento de lo justo y lo suficiente. Por lo anterior, pocas veces nos detenemos a reflexionar y evaluar, hay tanto que agradecer.
Hoy el sentido de gratitud con uno mismo, con nuestra, pareja, con la familia, y muchas veces hasta con el vecino, lo hemos perdido. No en vano Mercedes Sosa, hizo célebre su canto “Gracias a la vida”, inspirado por Violeta Parra, una de las folcloristas chilenas más brillantes de América.
En parte, las líneas de esta columna, nacieron por una carta del lector de EL HERALDO de años atrás, donde don Roque Filomena, enviaba el mensaje en la misma vía y aseguraba: “Dar las gracias es algo que cuesta poco, tal vez nada, pero trae grandes recompensas.”
En tiempos de pandemia y de encierro, el sentir de la quejadera se intensificó y pocos caímos en cuenta que tenemos tanto y que era mucho mejor un privilegio de Dios estar en casa sano, a vivir la crítica situación de ser sometido a la incertidumbre, sumido en una cama UCI en el hospital más cercano. ¿Cuántos en estos momentos de cuarentena logramos respirar profundo y entregar agradecimiento a la vida, por todo lo que nos ha regalado, comenzando por seguir vivos?
Ante el sagrado valor en la vida de la práctica de la gratitud, es hora de aprender de la cultura japonesa, y es que cuando tú obsequias algo, debes estar seguro que recibirás un detalle o regalo de vuelta, se revierte con sincero agradecimiento la intención o el detalle.
Expertos afirman que gana más en ética y alimento de vida, el que agradece, que el que recibe, que en contraprestación se oxigena a plenitud el espíritu, que la deuda queda paga de manera natural, espontánea y sin darnos cuenta, que la recompensa es para nosotros y que nos empuja hacia la fuente de la armonía interior y la felicidad.
El dar y recibir, un código que alimenta el alma y nos traslada hacia un estado de profunda tranquilidad y grandeza. Es hora de rescatar el sentido del agradecimiento para darle una inyección al valor real de la vida. Usted puede ponerlo en práctica y después de esto, ya no será él mismo.