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Se va a cumplir 44 años del Festival de la Leyenda Vallenata, desde que la región del Cacique de Upar tomó la bandera de impulsar con pujanza, tesón y ternura del pueblo vallenato. Tonificar los esfuerzos, sacrificios y aciertos de los sueños de la región del Cesar en cristalizar cada año un festival de la singularidad y peculiaridad del Caribe colombiano, puro, excelente y espléndido como lo es hoy.

Este año, en la versión 44, se le brinda homenaje a dos grandes juglares, Leandro Díaz y Lorenzo Morales, vallenatos auténticos que han entregado su vida, su talento y han escrito gloriosas páginas que hoy ocupan lugares destacados en la historia de la música vallenata. El Festival es un legado para todo el país, reto poco fácil de darle congratulaciones y regocijo a través del canto vallenato. La piqueria y la canción inédita en donde se refleja el sentir de nuestra idiosincrasia, que se ha galanteado, fortaleciéndose y proyectándose. Hoy el vallenato está regado por todo el hemisferio, irradiando armonía, amor y afecto. La forma constructiva como se ha espigado en su organización y administración; no es un derroche, sino la alegría y vehemencia sana y cultural de nuestra raza, lengua y gastronomía, que disfrutan niños, jóvenes y adultos. Alrededor de él se confina toda una acumulación cultural que se derrama y baña a los visitantes que llegan a deleitarse de esta jornada vallenata.

Esto ha permitido que la música vallenata haya traspasado los Pirineos del Viejo Continente, llegando a los Campos Elíseos, y entrando por la puerta grande de la Casa Blanca, para empotrarse a nivel internacional en todos los continentes del planeta, dándole una fragancia exquisita a nuestra patria de la riqueza de su cultura y de su gente, gracias a la región del Cesar y al país.
El Festival no solo le ha dado un extraordinario perfil al Cesar y a Colombia, sino que ha contribuido al desarrollo de su región, a su infraestructura, a implementar el turismo, generar empleo, al crecimiento de su gente, cordiales, amables, cívicos y con sentido de pertinencia y pertenencia de apego por su folclor y región.

¿Qué sería el Cesar sin el festival? Un firmamento sin estrellas, el Guatapurí sin agua, o un amor sin afecto, pasión y cariño.

En cada uno de los eventos previos al Festival quedó patentizado una vez más, cómo se ha engrandecido, con una administración meritoria, que esparce la paz que anhelamos. El Festival encierra un repertorio de saberes, ciencia y sapiencia, como sinónimo de paz y ternura, amor y hospitalidad, goce sano y recreativo, es trenzar saludos de amistad y hermandad, unión de comunidades, ambiente agradable, placentero y atractivo, gentileza y armonía.

La invitación es a seguir apoyando con apego y cariño nuestro folclor.

Anuar Cortázar Cáez
C.C. N°3.873.885 de Cascajal- Magangué- Bolívar