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Hay una razón que muchos esgrimen para que una pareja de esposos no trabaje en la misma empresa: conflicto de intereses. Para todos los efectos, es la misma situación que le ocurre a un cirujano cuando un familiar se accidenta, lo recomendable es que sea atendido por otro médico. Miles de cosas pueden pasar, empezando por la percepción del cirujano, ya que no es igual intervenir quirúrgicamente a un extraño para salvarle la vida, que hacerlo con un hermano, un padre o un hijo. 

En ambos casos, las emociones pueden hacer que se pierda la objetividad, tan necesaria para tomar las decisiones correctas, en el momento correcto. Llevando esto al mundo empresarial, resulta cierto entonces la incorporación de juntas directivas en empresas familiares. Por lo general, en este tipo de organizaciones sus miembros (o por lo menos la mayoría de ellos) hacen parte del clan familiar. Si bien una empresa familiar puede manejarse acertadamente durante muchos años, también es cierto 

que cuando llegan los veranos y los momentos difíciles se pueden desatar 'tormentas' que ponen en riesgo lo conseguido hasta ese momento. 'Para evitar llegar a estas situaciones, es mejor contar con la experiencia de personas externas y es ahí donde aparecen las juntas directivas, aportando una visión diferente, imparcial y sin apegos', asegura Guillermo Heins, de Amrop Top Managment. Pero, ¿cuándo es el momento indicado para que una empresa familiar se lance a tener una junta 

directiva? La respuesta es una sola; cuando haya logrado madurez. Las juntas directivas cumplen una doble función, dirigen la empresa y ejercen control y supervisión. Si los miembros de una empresa familiar son conscientes de esto, y son capaces de hacer un profundo análisis de las estrategias que requieren para cambiar o lograr una meta, la junta directiva adquiere entonces un lugar preponderante.