Contar con un plan, cualquiera que sea y en cualquier situación, es disponer de una guía que mejore la calidad de las decisiones que se tomen en un momento determinado.
Hay que tener claro que todos y cada uno de nosotros somos portadores de conocimiento y por ello, es clave que nos gestionemos a nosotros mismos.
Para hacerlo, lo recomendable es trabajar cada ámbito de nuestra vida, a saber: la personal, la profesional, la familiar y la social.
Lo primero que hay que hacer es detallar y observar qué es lo que estamos haciendo por cada ámbito, y dejar de hacer lo que no esté alineado a nuestros intereses.
Acto seguido, se definen perspectivas de logro a corto, mediano y largo plazo, enrutando cada acción hacia esas metas que se quieren lograr desde lo personal, profesional, familiar y social.
El siguiente paso consiste en elegir, en orden de importancia, si se hará de manera individual, en conjunto con otros o interactuando con una empresa u organización.
La pregunta clave siempre será: ¿Cuál es el resultado final que quiero lograr?
También es importante hacer un mapa mental y ojalá en diferentes formatos. Puede ser en forma de fotos digitales para que pueda ser revisado rápidamente en el celular, o impreso como tradicionalmente se usa, y colocado en algún lugar de la oficina o casa para que pueda ser observado.
Al final, la clave siempre será pasar a la acción, pues de nada sirve hacer esta planeación si se queda engavetada en tu mesa de noche o escritorio.
Actuar significa movilizarnos por fecha, hora y lugar, saliéndonos constantemente de nuestra zona de confort; lo importante aquí es ir logro tras logro, subiendo los peldaños de la escalera que hemos construido para llegar a lo que aspiramos.
Como último paso, es conveniente establecer un seguimiento en tiempo y forma, ya que lo que no se mide no se puede mejorar y lo que no se mejora se degrada.
¿Estás listo? ¡Pues, manos a la obra!