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Bolívar es un departamento en el que el sonido de la gaita y el retumbar de los tambores, se mezclan en las orillas ríos, sobre lomas y el paso de sabanas, con el diario quehacer de pobladores que cada mañana, al despuntar el alba, le abren los brazos a un nuevo día, en el que siempre hay una razón para salir adelante.

El territorio bolivarense comprende una extensión de 25.878 km. cuadrados, lo que equivale a la mitad de todo Costa Rica, un dato no menor si se tiene en cuenta que este departamento viene a constituirse en el más grande de la región Caribe y en Colombia solo es superado por Antioquia con sus 63.612 km. cuadrados.

Esta amplísima extensión territorial, marcada por décadas de historia, y por su geografía particular, hace que Bolívar sea uno de los departamentos con mayor riqueza cultural de Colombia.

Cada una de las subregiones en que es posible dividir a este coloso del Caribe, tiene un desarrollo particular y un legado lleno de matices que van construyendo una sinfonía de colores culturales, que pasan por los diversos aspectos de la vida cotidiana de las personas.

De su manera de hablar, sus costumbres, la música, los bailes, la gastronomía, la forma de vestir, emerge un caleidoscopio indescriptible lleno de olores, sabores y texturas, difícil de encasillar para un lugar con un repertorio cultural tan amplio como su extensión.

En Bolívar la cultura es la forma de vivir de sus habitantes. Desde el norte del departamento, pasando por la región de los Montes de María, la Depresión Momposina, el Brazo de Loba, hasta llegar al cono sur, pegado a Santander y a Antioquia, las expresiones son muy diversas.

Es por eso que, para los habitantes y sus autoridades, estas expresiones son parte fundamental de lo que hoy se está haciendo de manera mancomunada, para que puedan tener un impacto positivo en la vida y la economía.

Desde la Gobernación se informa acerca de gestiones encaminadas al fortalecimiento de las escuelas municipales de música con asesorías para su formalización y funcionamiento, así como también apoyo en dotación instrumental.

Porque la música bolivarense va pegada del alma de los nacidos en este territorio, cuna de grandes maestros que han dado renombre no solo a sus cerca de 45 municipios e incontables corregimientos, sino al país, como es el caso de los gaiteros de San Jacinto, Joe Arroyo, Totó la Momposina, Petrona Martínez, Andrés Landero, la Niña Emilia, Adolfo Pacheco y muchísimos otros, algunos de los cuales ya no están, pero cuyo legado queda para siempre.

A través del Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (Icultur), se han venido ofreciendo talleres de mantenimiento, construcción de infraestructura cultural, conformación de grupos e incentivos a los emprendimientos culturales en los territorios a través de programas como 'Cultura en Movimiento', que impactan de manera positiva e incentivan la reactivación de este sector.

Es así que más de ocho municipios ya fueron notificados para recibir dotaciones de instrumentos de banda, música tradicional de gaitas y tambores, músicas de acordeón, dotación de equipos de audio y talleres especializados de mantenimiento preventivo de instrumentos de viento (maderas y metales) con la finalidad de que estén preparados en la apertura paulatina de los espacios culturales de Bolívar.

Porque sin duda el tema de la pandemia ha traspasado todas las esferas de la vida normal de las personas y el sector cultural es uno de los que ha padecido de manera más contundente las nuevas normalidades que obligan a estrictos protocolos de bioseguridad con las directrices marcadas por la emergencia sanitaria que busca preservar la vida, antes que nada.

Pero poco a poco esos instrumentos ancestrales se vuelven a escuchar en las calles de Cartagena, donde los bailes callejeros encantan una vez más a los turistas, como un elemento más del paisaje de la ciudad capital de Bolívar.

Allí es donde convergen todas las expresiones que se acentúan en un estilo de vida, que se recupera lentamente con el respaldo hacia los hacedores de la cultura, que este año tendrán nuevamente la posibilidad de mover la economía a través de las fiestas del 11 de Noviembre, que regresan para engalanar las calles de Cartagena y los municipios.

Cartagena espera recuperar también el espacio de las fiestas de la Virgen de la Candelaria en el mes de febrero, donde la oferta gastronómica y cultural juegan un papel decisivo.

Si bien es cierto que durante los confinamientos obligatorios eventos como los festivales del frito y el pastel lograron mantenerse por medio de la tecnología, la presencialidad que se retoma con cautela, también da grandes esperanzas a la economía bolivarense.

El regreso de los cruceros, da la posibilidad de que se active toda la cadena de la filigrana del oro, la venta de artesanías, hay trabajo para las pintorescas mujeres palenqueras y sus coloridos trajes, con poncheras llenas de dulces o frutas y para una amplia oferta en materia de cultura.

La reactivación del turismo en términos generales da un panorama esperanzador a la economía naranja en Cartagena y Bolívar, donde lentamente recupera su alegría el Portal de los Dulces, los músicos retoman sus actividades en sitios de diversión nocturna y el extenso departamento sonríe con mucha esperanza.