Desde las sabanas de Sucre y Córdoba, hasta el extremo norte de La Guajira, la enorme riqueza turística y cultural es el gran bastión del que se precia la Región Caribe colombiana, como la más emblemática de Colombia, por una mezcla soñada de costumbres ancestrales, oleadas migratorias y un enorme talento.
El turismo, más allá del clásico descanso en la playa y mar, ha encontrado otros caminos en los últimos años, que ha llevado a la región a ofrecer mucho más que ese descanso placentero con el arrullo de las olas.
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Hoy se abren camino otro tipo de aventuras que también puede ofrecer la región. El Atlántico ha sido un departamento abanderado en esta nueva forma de hacer turismo, en lo cual ha jugado un papel definitivo la intervención de los gobernantes de turno.
No solo el rescate y organización de las zonas costeras, sino megaproyectos como el ecoparque Ciénaga de Mallorquín y recuperación de las playas de Puerto Mocho en Barrranquilla o la variedad gastronómica que se ofrece en los diferentes rincones del Atántico, han hecho que poco a poco el territorio vaya adquiriendo vocación turística.
Eso ha llevado a que otros departamentos de la región transiten el mismo camino, ofreciendo destinos fantásticos que le dan al visitante la posibilidad de empaparse de todo un acervo cultural y además practicar actividades como senderismo, avistamiento de aves y turismo ecológico.
La planificación y seguridad que se le ofrece al turista, sumado a la calidez del local, son puntos clave en este empujón que ha recibido esta fuente de ingresos, que jalona la economía de muchas poblaciones que están viendo este despertar.