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Para los millennials y la generación Z, factores como la precariedad laboral, la presión económica y la conectividad constante han establecido un estándar implacable: trabajar sin descanso no solo es aceptable, sino necesario.

Estas generaciones crecieron en un entorno moldeado por la globalización y la inmediatez tecnológica, que no solo aceleraron el ritmo de vida, sino que desdibujaron las barreras entre el trabajo y el descanso. Además, crecieron bajo un sistema que glorifica logros académicos y profesionales a temprana edad, donde títulos, certificaciones y experiencia laboral extensiva son requisitos básicos en lugar de diferenciales. Esto se suma a la narrativa de que el éxito personal depende únicamente del esfuerzo individual, ignorando desigualdades estructurales como las crisis económicas recurrentes y la inflación.

Estas generaciones no solo enfrentan expectativas laborales poco realistas,” explica Luciano Jaramillo, COO de Selia. “También están inmersas en un sistema que mide el valor personal por la productividad y que normaliza el agotamiento como una medida de éxito.”

En este contexto, la hustle culture, o cultura del ajetreo, se ha convertido en una norma social que impacta profundamente su salud mental y bienestar general.

Un fenómeno social que los define

Para los millennials, nacidos entre 1981 y 1996, y la generación Z, nacida a partir de 1997, la hustle culture no es simplemente una mentalidad; es una norma. Crecieron en un mundo donde la meritocracia fue presentada como la única vía al éxito y donde el avance tecnológico eliminó las barreras entre lo personal y lo laboral.

“Enfrentamos una realidad donde estas generaciones han internalizado la idea de que el descanso es un privilegio y no un derecho,” explica Luciano. “Esto genera una tensión constante entre el deseo de alcanzar metas profesionales y la necesidad básica de bienestar.”

Factores que perpetúan la hustle culture:

La influencia de las redes sociales

El auge de las redes sociales ha amplificado la hustle culture. Plataformas como Instagram y TikTok presentan constantemente imágenes de emprendimientos exitosos, rutinas de trabajo interminables y frases como “Rise and grind” o “No pain, no gain”. Estas narrativas refuerzan la idea de que siempre hay algo más que hacer, un logro más que alcanzar.

Estudios recientes del Pew Research Center revelan que el 67% de los jóvenes sienten que las redes sociales les imponen estándares laborales y personales inalcanzables, aumentando su ansiedad.

Presión económica y precariedad laboral

La generación millennial enfrentó la crisis económica de 2008 al inicio de sus carreras profesionales, mientras que la generación Z ha sido testigo de la incertidumbre laboral generada por la pandemia de COVID-19. Esta combinación ha creado un entorno donde ambas generaciones se ven obligadas a trabajar más horas, muchas veces en múltiples empleos, para alcanzar un nivel básico de estabilidad financiera.

Un informe de Deloitte señala que el 51% de los millennials y el 59% de la generación Z experimentan estrés financiero constante, lo que los impulsa a aceptar trabajos que priorizan la productividad sobre el bienestar.

El costo emocional de la hustle culture

El impacto de la hustle culture en estas generaciones no es solo físico, sino profundamente emocional. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los millennials y la generación Z reportan los niveles más altos de ansiedad y depresión en comparación con generaciones anteriores.

Esta cultura también afecta la percepción de valor personal. “Cuando el éxito se mide únicamente por el número de logros visibles, cualquier pausa o descanso puede interpretarse como un fracaso,” comenta Jaramillo*. “Esto genera un ciclo de autoexigencia y culpa que es muy difícil de romper.”*

Rompiendo el ciclo: una generación en búsqueda de equilibrio

Aunque el impacto de la hustle culture es profundo, estas generaciones también están liderando un movimiento hacia un cambio. Iniciativas como la jornada laboral de cuatro días, la desconexión digital obligatoria y el aumento de los programas de salud mental y bienestar en las empresas reflejan un intento por reestructurar las dinámicas laborales.

Además, plataformas como Selia están desempeñando un papel crucial en esta transición. Con más de 400 especialistas en psicología y coaching, y a través de profesionales especializados y sesiones virtuales, Selia ayuda a los usuarios a identificar patrones dañinos y a desarrollar herramientas para establecer límites claros entre la vida personal y profesional.

“Estas generaciones están desafiando la narrativa de que el trabajo lo es todo,” concluye Jaramillo*. “Están reconociendo que el verdadero éxito no radica en el agotamiento, sino en la capacidad de construir una vida equilibrada y significativa.”*

Un futuro más consciente

El camino hacia la desconstrucción de la hustle culture es largo, pero necesario. Millennials y generación Z están demostrando que es posible reimaginar un modelo de éxito que priorice el bienestar sobre la productividad, y que la verdadera satisfacción proviene no solo de lo que hacemos, sino de cómo vivimos.

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