Compartir:

Un individuo, que al parecer durmió en la sacristía- sin que nadie se percatara es señalado de hurtar una botella de vino y unos $700.000 que hacen parte de la ofrenda y el diezmo de los últimos seis meses de la iglesia de San Pelayo.

El hecho ocurrió entre la noche del sábado y la madrugada del domingo, según denunció Juan Dau, párroco de San Pelayo. El presbítero contó que el dinero y el vino fue retirado del despacho parroquial y se descubrió a las 6:00 a.m. cuando se disponía a realizar el aseo en el templo y dos horas antes de la ceremonia de la eucaristía.

'La mujer, que tenemos como sacristana, una vez ingresó se dio cuenta que una de las puertas laterales estaba abierta, que el candado estaba en el suelo y de inmediato empezamos a revisar cada uno de los rincones de la iglesia y de la casa cural. Descubrimos que se habían llevado el ahorro del diezmo', contó Juan Dau.

El sacerdote explicó que el ahorro del diezmo estaba destinado para culminar la remodelación de la casa cural y el templo, especialmente para ultimar los enchapes y la zona de labores.

'Lo que se llevaron está representado en monedas de $200 y a su salida se llevaron una botella de vino. Me imagino que para celebrar el robo que hicieron en la iglesia. La comunidad está muy triste por este acontecimiento, no tanto por el dinero, sino por tratarse de la casa de Dios'.

La comunidad no ocultó su preocupación por la integridad del sacerdote, que vive solo en la casa parroquial.

Pastor Coy Plaza, docente del área de Religión y Ética en la institución educativa José Antonio Galán de San Pelayo y colaborador en la parroquia, llamó al respeto por las cosas sagradas y de Dios. 'Ese dinero se necesitaba para la celebración de la fiesta patronal, que precisamente fue el domingo, en honor a San Pelayo, patrono del pueblo'.

Pese al hurto, que los pelayeros catalogaron de absurdo y sobre el que no se dejó de hablar en el parque y en los andenes del municipio, la fiesta religiosa transcurrió con normalidad.

En la mañana se celebraron dos eucaristías y primeras comuniones, con un clima cómplice, después de una noche de sábado pasada por lluvia.