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En Montería quedó estancada la ilusión del peruano – dominicano Bienvenido Ortega, de entregarle a su hija como regalo de quince años el automóvil que él mismo le construyó en madera, en su taller de ebanistería en el país Inca.

El padre partió entusiasmado desde Ipiales (Nariño) el pasado mes de octubre, recorriendo las carreteras de Colombia en el auto que su hija le pidió desde los siete años y al cual le adaptó cojines en cuero y un motor real, para hacerle entrega del regaló que tardó construyendo dos años.

Pero una falla mecánica cuando atravesaba la capital cordobesa lo obligó a hospedarse en esta ciudad, mientras superaba el inconveniente que resultó más complicado de lo que Bienvenido pensaba.

Durante esos días se le venció el permiso que le había otorgado la Dian para llegar hasta Turbo y embarcar el carro de madera a Estados Unidos, donde reside su hija, y por mucho que luchó en las oficinas de esa dependencia en Bogotá y Medellín, no consiguió la renovación del documento.

'Por mucho que quise conseguir el permiso en las oficinas de Bogotá y Medellín no fue posible, mi caso nunca lo reportaron ante las autoridades aduaneras en Turbo, pese a tener todos los requisitos, incluso con un mes de anticipación', explica Ortega, decepcionado, mientras espera un vuelo de regreso a Perú, en el aeropuerto los Garzones de Montería.

Explicó que antes que dejar el carro que hizo exclusivamente para su hija en poder de la Dian, hubiese preferido quemarlo, pero con la ayuda de un club de motociclistas de Montería consiguió cupo para el parqueo en una empresa transportadora, donde permanece el peculiar auto de madera que no ha podido llegar a la quinceañera.

'He querido donarlo en Montería para que mi historia no se pierda, por ahora está al cuidado de los muchachos de un club de motos, a quienes les sugerí que buscaran una institución que le dé el valor a mi obra, ojalá en un lugar público y que el sueño de mi quinceañera no muera totalmente', narró cuando casi pasaba a la sala de abordaje.

Este peruano se fue agradecido del calor humano de los monterianos, donde estuvo en una posada durante varios meses, pero advierte que se va decepcionado 'de lo que me han hecho las instituciones de este país, que no saben tratar a los turistas'.

'Lo que más siento es haberle fallado a mi hija, cosa que le prometí desde que ella me vio construir un primer carro de madera en República Dominicana. Como padre acepté el reto de recorrer las carreteras hasta entregarle el regalo de quince años, pero no fue posible', advierte con el bolso al hombro previo a la despedida en el terminal aéreo.

El vehículo es color madera natural, simula un auto de gama alta con un valor no comercial, sino sentimental para el padre que no pudo sorprender a su pequeña.