Por primera vez el padre de Harold Suárez Rivas concede un diálogo para hablar de su hijo, asesinado a disparos por un fiscal en Montería el 18 de junio de 2016, hace hoy dos años.
Creía tener las fuerzas para narrar sin titubeos lo que fue la historia de vida del joven, pero todo el tiempo tuvo la voz entrecortada, su mirada se enrojeció y se perdió en el ambiente de un viejo taller de mesas de billar, como lanzando preguntas sin respuestas.
'Además de ser mi hijo, Harold era mi patrón, mi maestro, era mi amigo', cuenta sin levantar la mirada, mientras cree confundir que secaba en su rostro agua del aguacero. La manga de la camisa realmente secaba las lágrimas de un padre que sigue angustiado como el primer día en que el menor de sus tres ‘retoños’ recibió un disparo de manos de un fiscal en aparente estado de embriaguez, que interrumpió un procedimiento policial para acabar con la vida de dos jóvenes.
Junto a Harold también fue herido de muerte Camilo Andrés Rodríguez López, en hechos que ocurrieron en el establecimiento público Mulata, calle 41 con carrera 10, de Montería.
Esa noche el victimario, el fiscal antibacrim Mario Lora Correa, fue hasta su carro por una pistola y llegó disparando al estilo ‘viejo oeste’. Hirió en una mano al agente de la Policía que había controlado una supuesta riña entre los dos jóvenes y un hijo de Lora, que para la fecha era menor de edad pero estaba en el establecimiento nocturno.
'Mi hijo era un muchacho inquieto, inteligente, amigo del barrio (Sucre), técnico en refrigeración del Sena, mecánico de motos, era apasionado a la vida', cuenta don Ermes Suárez en las afueras de su negocio de arreglar mesas de billar, calle 42 con carrera 1D, barrio Sucre de Montería.
De repente interrumpe y señala un automóvil blanco que se deteriora a sol y agua en la terraza del taller. Desde que Harold fue baleado por el fiscal don Ermes no ha vuelto a encender el automotor.
Harold era el menor de tres hermanos, tenía 21 años, lo apasionaban las motos y su padre lo describe como una persona versátil, entusiasta para hacer amistades, soltero y no dejó hijos.
'Él era un niño grande, de 1.80 metros de estatura, responsable, prefería los dibujos animados, el Chavo del Ocho, jugaba fútbol y levantaba pesas, esa noche le dieron por la espalda', relata Ermes, mientras lamenta la ‘injusticia’ de un homicidio que no ha tenido un juicio en los tribunales.
Ese sábado 18 de junio de 2016 Harold pasó el día haciéndole mantenimiento al carro de su padre, en la terraza de la vivienda familiar. Estaba cansado por la tarde pero, por la energía que lo caracterizaba aceptó ir a rumbear en la calle 41, en plena Feria de la Ganadería.
'Siempre le insistí que evitara los problemas, que no peleara con nadie. ‘Harito’, el enemigo está en cualquier parte, eso le recalqué', cuenta Ermes.
En la ‘farra’ ganadera Harold se encontró con Camilo Rodríguez, con quien mantenía una vieja amistad. Decidieron compartir en la misma mesa, hasta que se formó el supuesto altercado con el menor de edad hijo del fiscal.
Harold fue impactado primero, por la espalda, Camilo no reaccionó contra el fiscal sino que se agachó a auxiliar a su amigo cuando también recibió dos balazos.
Rodríguez falleció el 3 de julio, cuando era intervenido quirúrgicamente en el hospital San Jerónimo de Montería y Suárez murió el 26 de agosto en la clínica Imat, tras el balazo que afectó la médula.
¿Quién era Camilo?
Camilo, el otro muerto de Lora, había llegado a Montería en el 2006 desde la vereda Montebello, de Fredonia (Antioquia), de donde era oriundo.
Pisó tierra cordobesa graduado de bachiller y en busca de empleo.
Era el menor de tres hijos, tenía 33 años, fue criado en una finca antioqueña, amante de la naturaleza.
'Era un muchacho entregado al trabajo, muy comprometido y lo que más le gustaba era la rumba sana', narró Óscar Patiño Rodríguez, uno de sus primos en Montería.
Los padres de Camilo: Álvaro Rodríguez y Clara López, siguen en Montebello tratando de olvidar lo inolvidable. A don Álvaro la familia optó por no hablarle del tema, sigue deprimido, además por la indignación que le ha causado la ‘vacilación’ en el proceso por parte de la rama judicial en Córdoba.
A Rodríguez el fiscal Lora lo impactó en una pierna y en un hombro. Uno de los proyectiles afectó una arteria y de allí surgió la complicación de su salud hasta fallecer en cirugía. Tampoco dejó hijos.
La dilación del proceso
El fiscal Lora está libre, luego que varios jueces y fiscales de Córdoba se declararan impedidos para ejercer como sujetos procesales en las audiencias preparatorias del juicio.
Luego del hecho fue traslado a Barranquilla hasta noviembre de 2017, regresó como delegado ante el Gaula en la capital cordobesa, pero nuevamente fue removido esta vez para el Chocó.
El caso está estancado en el Juzgado Penal del Circuito de Lorica tras el fracaso dos veces de la audiencia preparatoria del juicio (el 29 de noviembre de 2017 y el 3 de abril de este año), debido a excusas médicas que ha enviado el abogado defensor del fiscal que disparó contra los dos jóvenes, Guillermo Álvarez Machacón.