En tiempos de guerra abundan las balas, las enfermedades y escasean los insumos alimenticios; una situación que no solo padecen las partes alzadas en armas, sino que también genera un daño colateral a la población civil, obligada a desplazarse hacia un estilo de vida trastocado, en el que cada escaso bocado de comida se vuelve desabrido, mientras que la dulzura de sus emociones se ahoga en amargas lágrimas de desesperación ante la irremediable precariedad.
EL HERALDO llegó hasta el corregimiento de Juan José, zona rural del municipio de Puerto Libertador, en el sur de Córdoba, donde permanecen refugiadas cerca de 800 familias, equivalentes a más de 2 mil campesinos en condición de desplazamiento.
El municipio cuenta con una ubicación estratégica, en zona limítrofe con el departamento de Antioquia, lo que lo convierte en un corredor utilizado para el desplazamiento de drogas y armas, con acceso al Nudo de Paramillo, disputado actualmente por el ‘Clan del Golfo’, ‘los Caparrapos’ y las disidencias del frente 18 de las Farc.
El enfrentamiento entre estos grupos al margen de la ley ha propiciado el desplazamiento de campesinos provenientes de las veredas Santa Rosa, Río Sucio, Soledad, Rogero, Mutatá, Jagua y Flechas, de Ituango, en Antioquia.
Puerto Libertador está ubicado a poco más de 152 kilómetros de distancia de la capital cordobesa. Sin embargo, para poder llegar hasta el corregimiento de Juan José es necesario recorrer unos 50 kilómetros adicionales de carretera destapada, una ruta que solo hace un bus que llega por la mañana y sale de regreso para Montería después del mediodía.
La población cuenta con escasas vías terciarias, por lo que el camino de herradura es el que más se utiliza a la hora de movilizarse entre una vereda y otra.
Si bien estas familias llegaron en busca de un refugio para preservar su vida, con el pasar de los días la precariedad en los albergues se ha convertido en otro verdugo, que llega acompañado de enfermedades, como si se tratara de otro grupo al margen de la ley, pero especializado en desplazar la salud y en minar el espíritu.
En los albergues, distribuidos en diferentes sectores del corregimiento de Juan José, se preparan los alimentos en ollas comunitarias para los campesinos habituados a consumir inmedibles raciones de comida que les aportan las calorías suficientes para sostenerse tras las largas jornadas cotidianas de su labor.
Sin embargo, al estar en condición de desplazamiento, desaparece la capacidad adquisitiva y la alimentación se condiciona por la caridad o, en este caso, se recibe como ayuda humanitaria.