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Recorrer el bosque de manglar que comparte San Antero y San Bernardo del Viento, en Córdoba, es adentrarse al verde refugio donde habitan aves, monos, caimanes y otras especies de animales en peligro de extinción.

Con un entramado de caños que la traviesan en cientos de kilómetros entrelazados que simulan las calles y avenidas, toda una ‘Ciudad en el Manglar’, una isla de plantas en la antigua desembocadura del río Sinú sobre una extensión de 13.000 hectáreas de mangle.

Este estuario es uno de los más importantes de la Costa Caribe, ubicado en una zona protegida de bosques marinos, que comprende los municipios de San Antero y San Bernardo del Viento, en la zona Costanera, del departamento de Córdoba.

Para llegar hasta este lugar desde Montería, hay que recorrer alrededor de 83 kilómetros por carretera hasta el municipio de San Antero. El pasaje se consigue desde 15 mil pesos en busetas, y entre 25 o 30 mil pesos en taxi expreso por persona. Desde Sincelejo se manejan las mismas tarifas hasta la Bahía de Cispatá, tras viajar por las vías del municipio de Toluviejo. 

En San Antero, las diferentes asociaciones de pescadores, que en temporada turística se vinculan al sector de la hotelería. Ofrecen paquetes a los visitantes para recorrer este bosque marino que incluye cinco rutas hacia los caños. El paseo tiene un valor de $100 mil a $180 mil por persona, dependiendo del tiempo empleado (de tres a ocho horas de travesía). La tarifa incluye almuerzo y refrigerio.

Esta ruta ecológica también se ofrece a instituciones educativas locales y a universidades del país.

Ya en la bahía de Cispatá, San Antero, el visitante se adentra en el verde del manglar en los que habitan peces, ostras y caimanes, mientras que por sus vetustos troncos los recorren ardillas y monos aulladores. Y en las copas de las ramas, garzas y otras especies de aves.

Para destacar: en este lugar los antiguos explotadores de la madera de mangle ahora son protectores de este ecosistema, por lo que son los encargados de abrir rutas entre las raíces y ramas de mangle para que el agua fluya y se regulen los niveles de sal en la bahía y los caños.

El sostenimiento del mangle y la tala responsable en el bosque permite a los pescadores extraer caracoles, almejas, ostras, y pescados como mojarras, sábalo, mero, róbalo, chipi-chipi.

'Lo que hacemos es abrir paso a los caños que se cierran, para que las aguas puedan fluir y se regule el nivel de sal para que crezcan diferentes tipos de plantas y de peces', explica Manuel Rodrígue, pescador nativo de San Antero.

Cuenta que él y varias generaciones de su familia se han sostenido de la pesca y comercialización e incluso de la madera que es utilizada para la construcción de casas y kioscos.

'En mi familia toda la vida hemos hecho esto. Mi padre Manuel Rodríguez: mi mamá, Beatriz Cabeza, así como mis abuelos. Sostengo a cuatro hijos', indica Manuel mientras recuerda que cuando niño jugaba por las calles del sector conocido como Puerto Caño.