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Con 42 años de vida, 17 dedicados a la labor de vigilancia privada, Ever Enrique Galeano Mendoza completó los estudios de pregrado que lo acreditan como abogado de la Universidad Luis Amigó de Montería, en la que prestaba sus servicios de seguridad.

El nuevo profesional se hizo popular en los pasillos de ese claustro académico, pues muchas veces le tocó recibir clases uniformado y empuñando la tonfa que le entregan a los ‘guachimanes’ como herramienta de dotación.

'Mis turnos de seguridad en la noche me servían mucho, porque tenía tiempo para leer, estudiar, indagar, dedicarme al estudio. Yo hacía las rondas y regresaba a mi puesto a seguir estudiando, de esa forma desarrollé la rutina y aproveché el tiempo'.

Las zonas con iluminación y mayor ángulo de visión eran las preferidas del vigilante, que se ubicaba de manera estratégica para no dejar de lado la rigurosidad de su labor.

'También me daban permisos de acceder a la biblioteca y disponer de equipos tecnológicos, aunque eso es algo que nos prohíben en el servicio, pero gracias a Dios conté con ese apoyo y comprensión de mis superiores', dice.

Este logro en su vida como profesional, obviamente se lo debe a su deseo de superación; sin embargo, Ever Galeano asegura que en el camino recibió apoyo de sus jefes, de las directivas de la alma mater, e incluso, de los sinsabores de la vida, de los que utilizó como leña para atizar la llama del éxito.