Harry Martínez ha tenido que huir en cuatro oportunidades de los grupos violentos. Con lo que alcanza a recoger cada vez que son intimidados, él marca los pasos para que lo sigan su esposa y sus siete hijos.
Desde un hogar de paso en Montería, recuerda que primero fue en 1990, tras el asesinato de su padre Sixto Martínez, perpetrado en la finca de su propiedad en Guadual, vereda que limita entre el municipio de Los Córdobas y Arboletes (Antioquia).
Veinticuatro años después de ese homicidio, Harry dice que no ha logrado saber qué grupo armado lo hizo.
Por miedo a los grupos armados, salió desplazado junto a su mamá y sus cuatro hermanos. Los Martínez se atrevieron a regresar en el 2000, pero un año después, fueron objeto de agresiones físicas por parte de miembros de las AUC.
Harry cuenta que a manera de 'advertencia', tres hombres le fracturaron un brazo y una pierna, cuando empezaba a recuperar la finca que había abandonado.
'De allí para acá ha sido la desgracia más grande de mi vida, me desplacé entre el casco urbano de Los Córdobas, Montería y Lorica, donde me establecí un tiempo', recuerda este hombre. Y aunque su voz se entrecorta al rememorar su tragedia, no derrama una lágrima.
En el 2004 intentó tomar posesión de sus predios que su papá les dejó como herencia su padre, pero, 'esta vez fue peor', añade.
Harry hace una pausa para retomar su relato.
Esta vez desaparecieron a su primera esposa, cuyo nombre prefiere omitir para no dar pistas a quienes lo siguen buscando para asesinarlo.
En el 2008, luego de la muerte de su abuelo materno, la familia heredó otra finca en Morindó, zona rural de Los Córdobas.
Allí alcanzaron a sembrar plátano, maíz y ají, pero cuando apenas empezaba a ganar mercado con el envío de productos a Cartagena y Barranquilla, un grupo armado empezó a extorsionarlo y terminó por abandonar el negocio.
Amenazas siguen. 'Desde septiembre de 2013, los grupos que existen ahora, empezaron a decirme que tenía que colaborarles pero yo estaba trabajando sin capital, era mercancía que me daban a crédito. Varias veces me arrebataban la carga en el camino y me advertían que no denunciara, me sentí presionado cuando me quitaban las cosas a la brava y me vine', relata el hombre.
La más reciente intimidación la recibió en abril pasado, cuando salía de la Defensoría del Pueblo, donde estaba exponiendo sobre su cuarto desplazamiento.
El mismo hombre que le exigía la ‘vacuna’ por los cargamentos de plátano, lo interceptó en la Defensoría para volverlo a amenazar. Por fortuna, los funcionarios llamaron a la Policía y pudieron darle refugio.
Por los continuos desplazamientos, sus siete hijos perdieron este año académico. No se atreven a asistir a clases por temor a la persecución, que se incrementó a partir de las denuncias que Harry ha presentado.
'Vamos a tener que llevarnos a uno de ustedes para que su papá venga a dar la cara', les dijeron desconocidos a sus hijos cuando regresaban del colegio. Esa tarde, la pareja decidió que los niños no volvieran a clases.
Esta semana, Martínez ya ha sido advertido que debe salir del hogar de paso de la Alcaldía, porque la política es que, como lo indica el nombre, es una estadía transitoria mientras el desplazado consigue una reubicación.
El campesino hizo la solicitud ante la Unidad Nacional de Protección (UNP), pero no ha encontrado la respuesta oportuna. 'Me siento con un pie en la calle, sin un techo para mis hijos. Llevo más de un mes haciendo las diligencias, no tengo plata solo dependo de la Unidad de Protección', explica.
Constanza Rocha, defensora de derechos humanos en Montería, advierte que el Estado está ‘de brazos cruzados’ no solo en el caso de los Martínez, sino de otras familias.
Asegura además que ella está amenazada, por lo que ha tenido que desplazarse a otros departamentos.
'Lo que está buscando el Estado con las víctimas y con los defensores de víctimas, es que realmente se cumpla lo que han advertido los grupos: 'guardarlos en un cajón de madera', añade.
El de Harry -prosigue- es un caso evidente de vulneración de derechos humanos. No es justo que la población vulnerable sufra las consecuencias de que en el Estado no exista un engranaje total. La Alcaldía le tira la pelota a otras entidades y todos a la Unidad Nacional de Protección.
Harry permanece en el hogar de paso con las maletas empacadas. Dice que no duerme porque la preocupación no se lo permite. Solo intenta llenarse de fuerzas para resistirse al quinto desplazamiento o enfrentarlo con la gallardía de siempre.