Esta es la extraordinaria historia de los Modlin y del fotógrafo singular que desentrañó sus vidas. En su obstinado empeño, que lo llevó a experimentar extrañas y desconocidas sensaciones, el fotógrafo Paco Gómez creyó que quizá podría llegar a demostrar la existencia de los universos paralelos. Según sus declaraciones, durante los rastreos que realizó sobre los Modlin, a veces parecían fundirse en un mismo lugar varios tiempos. Tenía esas fugaces impresiones, que él achaca al enorme deseo que tenía por descubrir los entresijos de las vidas de tres seres que habían llegado a sus manos de una manera inusual. Por su deseo, en definitiva, de descubrir algo.
Todo arranca una noche de finales de mayo de 2003, frente al número 3 de la calle del Pez, en Madrid. Una cantidad de basura ha sido dejada en su portal, y la gente del barrio y transeúntes se acercan curiosos a ver lo que ha sido tirado. Se trata de montones de fotografías, restos de comida, ropa, libros, cartas en inglés y muchas revistas y viejos periódicos. Marcos, un cuñado del fotógrafo Paco Gómez, lo llama por teléfono y le advierte lo que está pasando. Las fotos que están en la acera no son las propias de un álbum familiar. Se trata de fotos especiales. Paco se da prisa y llega al número 3 en poquísimo tiempo. En una caja de fruta echa todo lo que puede: cartas, fotos y revistas, y se las lleva a su casa. No es la primera vez que el fotógrafo recoge objetos de la basura. En su hogar guarda varios de estos. Paco tiene una trayectoria particular. Es ingeniero de caminos, pero se ha dedicado al oficio de fotógrafo, y siendo estudiante trabajó como recogedor de basura para ayudarse económicamente. Su padre, que fue conductor de camiones de basura, le ha ayudado a conseguir este empleo de fin de semana.
'Era un hijo de la noche que envidiaba a todos los que estaban de fiesta mientras yo trabajaba vestido de payaso', cuenta él. Mientras desempeñaba este trabajo 'yo aprovechaba para observar la basura que había quedado en la tolva e imaginaba la vida de los dueños en las bolsas abiertas'.
Durante un tiempo Paco presta poco interés al material que ha recogido. Aunque, de tanto en tanto lo revisa. Se da cuenta de que las fotos se centran, fundamentalmente, en tres personas, que él imagina como un excéntrico embajador, su mujer y su hijo. En algunas fotos el supuesto embajador aparece con actores españoles famosos con poses de gran señor y muy bien trajeado.
Un año más tarde, la periodista Susana Hidalgo publica en el diario El País 'A la espera de un mecenas', un artículo en el que desvela la identidad de los personajes que aparecen en las fotos recogidas, entre otros, por Paco. Un amigo de este, que también ha obtenido instantáneas de las tiradas en el número 3 de la calle Pez, le habla de este artículo. Paco lo lee. Las tres personas que él había identificado como un extravagante embajador y su familia, en realidad son Margaret, su marido Elmer y su hijo Nelson Modlin.
Una familia norteamericana llegada a España en 1970. Ella fue una pintora surrealista, amiga del escritor norteamericano Henry Miller –mucha de la correspondencia entre ambos es encontrada en su casa, y enviada a Estados Unidos por los herederos–, que ha dejado al morir 120 cuadros que necesitan encontrar dónde guardarse, pues el inmueble donde está el que fue su piso se encuentra en muy malas condiciones y pronto lo demolerán. Además, como Elmer y Nelson también han fallecido, sus familiares y herederos norteamericanos quieren cumplir la voluntad de Margaret: los cuadros deben quedarse en España. Por esto el artículo habla de que esa colección necesita un mecenas que la tome a su cargo.
Hidalgo también cuenta que Elmer fue un actor secundario de Hollywood, que abandonó Estados Unidos junto con su familia tras no encontrar mayores posibilidades de trabajo. Según declaraciones del albacea de los Modlin, Miguel Cervantes, Elmer vivió la experiencia de Nagasaki y quedó tan traumatizado que criticaba de continuo la política exterior norteamericana. Como consecuencia nadie le daba trabajo.
De Nelson se dice que al igual que sus padres ya murió. Margaret en 1998, Nelson en 2002 y Elmer en 2003. Igualmente, que él y su padre se dedicaban a trabajar para que Margaret pudiese pintar.
Paco Gómez lee este artículo. En su libro Los Modlin recuerda que tras hacerlo pensó 'ahora estaba seguro de que en mi casa guardaba el cofre de Alí Baba', y que esa noche tuvo sueños con los miembros de esa familia.
El día de mi entrevista con Paco Gómez, en su estudio de la calle Vistahermosa, me dijo que de pequeño le habían contado que cerca del pueblo originario de su familia –son de la provincia de Ávila– existía un lugar en el que había guardado un tesoro: un toro de oro. 'Y yo me lo creía y me acercaba hasta allí y me ponía a sacar la tierra con un palito', me dijo.
Tras finalizar de leer su libro, y teniendo en cuenta, además, lo que fabulaba con las basuras que recogía durante su época de estudiante, le recordé esa anécdota infantil que me había contado y le pregunté si los Modlin habían supuesto para él ese 'tesoro' que de niño imaginaba encontrar, y me respondió: 'Sí, posiblemente. En ese contexto, sí'.
Pero volvamos a la historia. Tras la lectura del artículo, Paco queda con la inquietud de saber más sobre los Modlin. A través de un bar que frecuenta a diario –está en su barrio y muy próximo a la que fue la casa de los Modlin–, se entera de que Margaret tenía una costurera, que no vive muy lejos de allí. Con su amigo Jonás Bel, al que invita a participar en su aventura de descubridor, se presentan a entrevistar a Milagros. Llevan una cámara de video pues a Paco se le ha ocurrido que sería bueno hacer un documental sobre los Modlin. La costurera le proporciona datos cercanos a la figura de Margaret. Era bella, con un cuerpo bonito y fibroso. Sus medidas: 72, 98 y 98. La enterraron con uno de los vestidos que Milagros le había confeccionado. Elmer la amaba con locura. Se ocupaba de todos los asuntos domésticos para que su mujer pudiese pintar. La familia de él venía a visitarlos. No así la familia de ella, que era de Carolina del Norte. Nelson, el hijo, se casó con una presentadora de televisión.
Margaret Modlin pintando en ropa interior ‘Una mujer a quien se han dado dos alas’. Madrid, años 80. Fotografía tomada del libro ‘Los Modlin’, de Paco Gómez.
De aquí en adelante y al igual que Truman Capote con su documentadísima novela A sangre fría, que le llevó a escribir 5 mil folios que después hubo de cribar, Paco Gómez, con la complicidad de su amigo Jonás Bel, se entrega durante diez años a recabar copiosa y detallada información sobre los Modlin. Una familia que parece haberlo atrapado desde el más allá. De esta forma, encuentra las dos casas anteriores en las que habían vivido Margaret, Elmer y Nelson, antes de residir en la calle del Pez; localiza al marchante de arte de Margaret, que les cuenta que esta no vendió nunca ningún cuadro porque pedía precios desorbitados, y de cómo ella y Elmer decían que la obra de Margaret no se vendía 'porque no había quien pagara lo que valían'. Y empieza a fijarse en casualidades que a su mente de fabulador le resultan curiosas: un día antes de conocer al restaurador de obras de arte que lo remite al marchante de Margaret, este mismo se había acercado al taller del restaurador a preguntar por los Modlin.
Paco continúa con sus pesquisas. Llega hasta el albacea testamentario de los Modlin a través de una fórmula matemática que este ha colgado en internet –es profesor de la Universidad Politécnica–, y de su mano puede conocer la obra de Margaret, que ha sido guardada en un depósito especial de conservación de pinturas. Los hermanos de Elmer, herederos de los bienes de los Modlin, han querido ponerlos a buen recaudo pues temían que después del artículo sobre los cuadros de la pintora abandonados en su viejo piso, pudiesen ser robados.
Paco Gómez, autor del libro ‘Los Modlin’.
Los cuadros de Margaret, guardados en dos cajas, son, en su gran mayoría, recreaciones apocalípticas. Sus nombres: Apocalipsis de San Juan, Los siete sellos, El ángel del tiempo...
Paco Gómez descubre que muchas de las fotos de Elmer y Nelson –casi sus dos únicos modelos– recogen las poses de los personajes que Margaret luego recreará en sus obras. Por esto buena parte de las fotos que son tiradas a la basura en la calle del Pez, aquella noche de mayo de 2003, no son unas fotos cualquiera. Son instantáneas donde aparecen el trasero de Elmer con unos calzoncillos viejos y rotos, o a este mismo desnudo y arrodillado, o con los brazos en cruz como un Jesucristo; o a Nelson en otras poses más de personaje que de hijo en cualquier fiesta familiar.
Llegados a este punto, Paco Gómez decide que debe encontrar a los dueños del piso que habitaron durante casi 40 años los Modlin. Se trata de una fundación de la Universidad de Salamanca. Les manda una carta y les pide permiso para entrar a la vivienda. Y lo logra. Y si ya desde el descubrimiento de los Modlin 'me sentí acompañado', la visita a la casa le produce nuevas sensaciones. Para entonces Paco ya sentía que, de alguna manera, los Modlin se estaban sirviendo de él para que su historia fuese conocida. Cuando entra a la casa, según testimonia en su libro, se dice para sí: 'Ya estoy aquí, Margaret'. Y mientras la recorre 'sentía la presencia de los Modlin en la casa y podía ver cómo sus personajes ocupaban rincones habituales...'.
Tras esta primera visita, pide permiso y hace otra. Sentía la necesidad 'de fotografiar los espacios en los que los Modlin se habían fotografiado'. '... esos lugares me perturbaban porque significaban su presencia en el mundo de los vivos'. Ese deseo de fotografiar esos espacios vacíos lo extiende no solo a los lugares españoles sino a aquellos otros por los que viajaron los Modlin, según lo testimonian las fotografías de ellos encontradas en la basura.
Así que él, que es un hombre que le gusta viajar, elige para visitar aquellos países y rincones en los que se han fotografiado los Modlin. Su mujer Isabelle y algunos amigos se prestan para reemplazar las figuras de Margaret, Elmer y Nelson en las fotos. Según me contó, en una posterior llamada mía después de nuestra entrevista, lo que perseguía era 'introducirme en su álbum familiar como si yo fuera ellos. Quería rellenar esos huecos en el aire. En un momento dado llegué a creer que hay una serie de cosas que no puedes controlar. Llegué a sentir que las personas muertas te dejaban pistas sobre qué hacer. Terminé viendo las casualidades como algo misterioso, y terminé viendo casualidades donde no las había'. Aparte de todo lo anterior, Paco Gómez desarrolló una fijación con el número 3. Las tres eme de Margaret Marley Modlin, que él llega a asociar con el triple seis de evocación satánica, y otros encuentros relacionados con su búsqueda de la historia de los Modlin en los que hay tres cosas que se repiten. 'No sé, son cosas que pasan. Recientemente, en Málaga, un comprador de mi libro me contó que tras descubrir dónde podía adquirirlo, en su armario se escucharon tres sonidos, y que se asustó'.
Paco Gómez llega a saber muchas más cosas sobre esta familia que lo 'rapta' durante tantos años. Elmer trabajó como actor secundario en la película de Roman Polanski El bebé de Rosemary así como en muchas películas españolas. Paco las rastrea por España y hasta compra una vieja copia en Filipinas, y las visiona una y otra vez intentando encontrar cosas nuevas para enriquecer su ya vasta información sobre la familia. Por ejemplo, ya sabe que Nelson se casó tres veces y que de no haber muerto a los 52 años, víctima de un ataque cardíaco, se hubiese casado con una cuarta; que actuó como figurante en algunas películas, que su voz estaba en anuncios muy conocidos, incluido el que alertaba en el aeropuerto sobre la salida y llegada de vuelos; que se desvinculó de sus padres y llegó a ser un exitoso empresario. Y que Elmer y Margaret estaban absolutamente convencidos de que la obra de arte de ella llegaría a ser reconocida y que pasaría a la posteridad. Margaret había alcanzado a hacer cuadros de Henry Miller y del dictador Francisco Franco, y habían soñado que estos podrían introducirla en el mundo de las luces del éxito y del reconocimiento. La familia había vivido en la más absoluta austeridad, pues lo que lograban ganar aquí y allá lo empleaban en sobrevivir y en pagar las pinturas y las telas de Margaret.
Sin embargo, se habían ido de este mundo sin ningún tipo de reconocimiento.
Tras una exhaustiva información sobre ellos
–están el sobrecogedor testimonio de Elmer sobre su entrada a Nagasaki, después de la explosión de la bomba atómica, y textos de Margaret, de muy afinada percepción– y muchos otros detalles sobre sus vidas, Paco Gómez y Jonás Bel deciden hacer un alto en el camino. Están cansados de ese peregrinar y, además, se dan cuenta de que el documental que pretenden hacer debe ponerse en manos de gente que maneje el oficio. Y es así como llegan al director brasileño afincado en España Sergio Oksman. Paco Gómez entrega todo el material recogido al cineasta y trabaja durante tres años en la coproducción del documental que Oksman acepta encantado dirigir. Luego Oksman se encierra a realizar el film y termina haciendo su propia versión sobre el material que le ha sido proporcionado. Bajo el título de 'Una historia para los Modlin', el documental ve la luz. El pase de estreno se hace en la filmoteca del Matadero de Madrid. Paco Gómez está emocionado. La película es, según sus propias palabras, de buena factura. Queda muy contento con el resultado. Sin embargo, tras terminar el pase él se busca en los créditos y no se encuentra.
¿Qué créditos esperabas?, le pregunto yo.
Bueno, lo de guionista no, porque ya sé que eso no podía ser. Pero sí algo como '...basado en las informaciones de ...'. Solo nos mencionaban a Jonás y a mí en los agradecimientos.
Margaret modela en barro la cabeza de Elmer para la escultura pensada para guardar sus cenizas. (Del libro de Paco Gómez).
En su libro Los Modlin, Paco Gómez asocia ese mal recuerdo del estreno de la película con uno de su infancia. Su abuelo, que es un hombre de campo, lo ha llevado a que coja algo de corcho en un árbol de alcornoque. Es Navidad y quieren hacer un adorno con corcho. Paco intenta subir, pero se resbala una y otra vez. Pero vuelve a intentarlo porque quiere quedar bien ante los ojos de su abuelo. Finalmente, su abuelo lo destroza con su comentario. Con una frase que, según Paco, 'se me grabó a fuego de por vida'.
El abuelo le dijo ': ¡Sapo! Ni a un árbol sabes subir'. O lo que es lo mismo: Inútil, ni a un árbol sabes subir.
Gómez cuenta en su libro que mientras descubría que él no estaba en los créditos, y las lágrimas le caían por sus mejillas, 'escuchaba a mi abuelo muerto decirme al oído: ¡Sapo! ¡Sapo!'.
Al llegar a la lectura de este episodio que se encuentra en las últimas páginas de Los Modlin, se me vino a la mente una parte de mi entrevista días atrás con Paco Gómez en su estudio de la calle Vistahermosa. Mientras hablábamos sobre él y los distintos trabajos que había realizado como foógrafo –en 2002 recibió el premio al fotógrafo revelación en el festival PhotoEspaña–, me había enseñado un pequeño libro con fotos suyas que se había fabricado él mismo. Él coleccionaba unos libros de bolsillo que contenían las grandes figuras de la historia de la fotografía, que realizaba Photo Poche, y se había editado uno de igual formato y diseño, pero incluyéndose él, Paco Gómez, como autor de ese coleccionable. Lo había hecho para sí mismo, y en su prólogo y, a manera de guasa, resaltaba que su nombre no representaba nada nuevo en la historia de la fotografía.
Con la lectura de la sentencia del abuelo, ¡sapo!, que se le había quedado grabada a fuego de por vida y la imagen de ese pequeño libro de fotos en el que Paco parecía haberse querido burlar de sí mismo por no haber llegado a estar entre los grandes de la fotografía, yo sentí que debía llamarlo y hacerle una pregunta.
Le dije: ¿Crees que tu lazo con la historia de los Modlin, que te ha tenido atrapado tanto tiempo, es una notoriedad no alcanzada? Has luchado porque se den a conocer seres que persiguieron la notoriedad, la fama, y que murieron en el más completo anonimato, me expliqué. Me refería a Elmer, actor secundario, que entrega su vida a apuntalar la de su mujer Margaret, bajo la creencia de que ella sí logrará ser actriz principal. Logrará ser una pintora famosa y reconocida.
Paco me respondió: No lo sé. Nunca lo había pensado. Y el libro de fotografías lo hice más con el fin de homenajear a los grandes de la fotografía.
Después del documental y de la ruptura de la amistad con el cineasta Oksman, Paco Gómez se abre una página en Facebook y se lanza a la búsqueda de personas que quieran apadrinar un libro sobre los Modlin. Un libro escrito por él, contando todo lo que ha sido su trabajo para desentrañar sus vidas. La llamada de crownfunding funciona. Setecientas personas le envían 25 euros para que él pueda sacar su proyecto adelante. Él quería reunir unos 7 mil euros y acaba reuniendo 21 mil.
El libro fue puesto a la venta hace casi un año, y se puede pedir vía internet. Hasta ahora se han vendido unos 3.500 ejemplares.
¿Cuál es el objetivo tuyo de dar a conocer a los Modlin?, le pregunto.
Conseguir cumplir el sueño de unos muertos, responde. Hacerlos famosos, y que la gente confíe en que esos sueños son posibles.