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En el mundo existen millares, tal vez millones de eventos culturales. La cultura es un tema tan presente en nuestras vidas, como el clima y las malas noticias. Sin embargo, el concepto de cultura nunca ha sido muy claro porque, si todo es cultura, qué no sería cultura y, si no todo es cultura, cuáles son los elementos que definen lo que es o no es cultura. Este mismo tipo de interrogantes podrían aplicarse a la palabra arte y tantas otras, pero el leit motiv de este artículo es otro, el leit motiv de este artículo es usted.

Hace nueve años que visito Barranquilla por esta época para apoyar, en todo lo que está a mi alcance, al Carnaval de las Artes, que dirige Heriberto Fiorillo. Muchas veces, en la soledad de mi habitación de hotel, me he preguntado si todo este esfuerzo vale la pena, si alguien de verdad lo aprecia, si contribuye a cambiar cierto tipo de mentalidad y generar una mejor idea de respeto y convivencia en una ciudad con tantas dificultades como esta. No sé si usted ha estado en alguna de las ediciones anteriores del evento, si ha caído en cuenta de lo que implica traer artistas de todo el mundo y todos los géneros, y también científicos, periodistas, cocineros de alta escuela y tantos otros personajes y oficios que han venido a Barranquilla, invitados por el Carnaval de las Artes. No sé si usted sabe que la mayoría de esos artistas, en un primer momento, se han negado a venir; que el temor a un país cuya imagen sigue siendo negativa en buena parte del mundo ha sido un problema más que vencer, para hacer posible el evento. No sé si usted imagina lo que significa convencer a un empresario de apoyar un proyecto de ciudad como el Carnaval de las Artes y las mil y unas veces que la mayoría de ellos se han negado a hacerlo. Porque, apreciado lector, el Carnaval de las Artes es todo menos un negocio. Y tampoco la vida y sus formas de expresión deberían serlo.

A este punto, usted se preguntará por qué esforzarse en hacer algo que parece casi imposible y mi respuesta es que la idea que tengo de cultura y, por supuesto, de arte es que lo imposible sea posible. Y también creo que todos tenemos una responsabilidad social y humana con el lugar donde vivimos o al que, de un modo u otro, pertenecemos. Heriberto Fiorillo, en su oficina de la Fundación La Cueva, me invitó un día a colaborar con lo que entonces era una ilusión, un proyecto o un sueño que él había concebido junto a Antonio Celia. Lo pensé un segundo y acepté y aquí estoy, después de tantos, al igual que Heriberto y Antonio, por usted. Sí, usted es la razón. Por usted tocamos las puertas frías de las empresas y convencemos a los artistas, por usted seguimos creyendo que la cultura y el arte son la única salida a la violencia y el crimen.

Y a usted solo le pedimos que no pierda la oportunidad de asistir al evento, que se disfrace y entre gratis, que aproveche cada diálogo y se atreva a descubrir aquellos artistas cuyos nombres no le dicen nada. Por nuestra parte, y en esto hablo en nombre del director y todos los que con él colaboramos, intentaremos seguir haciendo el Carnaval de las Artes.

Confiamos en que los empresarios que nos dan su apoyo, y a quienes va toda nuestra gratitud, lo sigan haciendo y esperamos que surjan otros capaces de ver más allá de activos y pasivos y apuesten por la cultura y por usted y, en resumidas cuentas, por la ciudad que usted es. Porque usted somos nosotros y ellos, usted es cada barranquillero que pretende un mejor lugar para vivir y criar y ver crecer a sus hijos. Usted es el periódico donde se publican estas líneas y, esto lo sabemos bien, usted es el único capaz de hacer posible lo imposible. Bienvenido entonces al IX Carnaval Internacional de las Artes. Usted.