La cultura occidental ha situado la reproducción humana en el cuerpo de las mujeres como sustento biológico, social y cultural. De esta manera, el binomio mujer-madre se refuerza con la figura de la Virgen María, lo cual fusiona la mística religiosa del catolicismo de la mujer ideal, carente de sexualidad pero cargada de sufrimiento y dolor (Madre Dolorosa), pero al mismo tiempo, como compensación de ello, recibe la maternidad como una forma de su realización plena, y también como un premio a la felicidad por su entrega al llamado ‘natural’. Es decir, desde esta perspectiva, la mujer se realiza si solo si cumple su función de ser madre biológica.
Por su parte, la sociedad, y en particular la modernidad, le suma a esta visión la responsabilidad del autocuidado integral de la producción biológica (crianza, educación, salud y otras), convirtiendo de esta forma ‘la maternidad en un oficio’ y recluida en la familia. Por tanto, se excluye a la mujer madre del espacio público y de su realización en el ejercicio de su ciudadanía plena. En palabras de Nancy Chodorow (1978) es la función maternal como hecho cultural que relega a las mujeres a la esfera de lo doméstico.
Con el advenimiento de las nuevas dinámicas sociales, con el influjo del feminismo, el acceso de la mujer a la educación y al mercado laboral se han ido transformando la mentalidad y el quehacer de la mujer en la sociedad, lo cual ha determinado una forma diferente de redignificar el binomio mujer-útero, lo que ha incidido en ubicar la maternidad no como un destino ineludible de ella, sino una opción individual o de pareja. Esto ha redefinido que en la actualidad no se tienen «los hijos e hijas que Dios quiere» sino los que se desean y pueden mantener, en razón a que en la actualidad «ningún miembro de la prole trae el pan debajo del brazo».
Desde esta perspectiva, se imponen distintos modelos de maternidad que van desde la maternidad clásica hasta la maternidad en el orden de consumo en el que se constituyen las nuevas materialidades. En este escenario, se identifica lo maternal como una realidad social siempre heterogénea y cambiante. Donde hay mujeres, que si bien están en desacuerdo con las prácticas de discriminación y violencia contra las mujeres, no obstante, asumen sin resistencia los roles reproductivos heredados de sus madres. Mientras, otras desean ser madres en la forma no tradicional, ya sea en las relaciones de una pareja formal o no. En estas nuevas miradas, el «instinto maternal» como forma de control del patriarcado se desconoce y se cambia por ‘opción de vida’. La decisión de las féminas de ser madres o no se facilitó con el descubrimiento de los métodos anticonceptivos.
La maternidad, su función y la percepción que se tiene de la misma son cambiantes y están en relación con un tiempo, un espacio y unos hechos. En este sentido, es a mediados del siglo XVIII cuando la categoría de ‘amor maternal’ se construye socialmente como una nueva forma de reinterpretación de la maternidad y como una necesidad para garantizar la natalidad y la responsabilidad de las mujeres por la cría. En este sentido, Elisabeth Badinter (1981) afirma que, si bien hoy ya no se utiliza el vocablo instinto para hacer referencia a los seres humanos, el concepto de «amor maternal» como necesidad mantiene viva la idea de la existencia de un ‘instinto maternal’ al considerarlo como un afecto incuestionable de la mujer reproductiva.
La vinculación de las mujeres al desempeño laboral ha generado nuevas forma del ejercicio maternal y relacionamiento con sus hijos e hijas. Al mismo tiempo, se han producido nuevas posibilidades de realización para ellas, igualmente, se han dado nuevas tensiones entre la ‘vocación materna’ y la ‘vocación profesional’ e, indistintamente, se rompe el modelo de la ‘maternidad exclusiva e intensiva’ y se ajusta a otro modelo alternativo de ‘la maternidad compartida’. Es una forma distinta de vivenciar el ser madre tanto por parte de las féminas como de los hijos e hijas. Sin embargo, el peso de la cultura patriarcal que genera en las mujeres la responsabilidad única del autocuidado de la cría pesa aún en la impronta social y en particular en la mujer, cuando crea culpabilidad por la no ‘maternidad intensiva’.
En la actualidad, la tendencia de las mujeres que asumen la opción de la maternidad y en particular las de clase media, la desean o realizan desde la visión de ‘la maternidad compartida’. En este sentido, su pareja también debe asumir la paternidad responsable, e igualmente, el Estado y la sociedad tienen corresponsabilidad con la maternidad, si bien la condición biológica determina que la mujer es responsable de la reproducción biológica, pero es la sociedad la que establece como única responsable de la crianza de la prole.
Es un compromiso del Estado y la sociedad romper el trinomio mujer-madre-crianza por formas más equitativas e incluyentes que no encapsulen la maternidad en el uso exclusivo de la mujer. La maternidad es una labor social, es la entrega de hombres y mujeres al servicio de la sociedad y, por tanto, es de competencia de los diferentes sectores sociales su realización y no solo de la mujer.
Cuando la maternidad adquiera la responsabilidad social y estatal, entonces las mujeres podrán realizarla como una forma de autorrealización plena y placentera. A ellas se les debe garantizar una maternidad asistida en lo socioeconómico y psicológico como derecho humano y no solo como destino biológico. Solo así las féminas pueden gozar del hacer de su cuerpo el lecho para producir los nuevos seres que han de suplir las necesidades sociales y la especie en este cosmos. Es en el cosmos donde la humanidad cumple la misión del encuentro permanente por la vida y la felicidad añorada.
Bibliografía
-Badinter, Elisabeth (1981): ‘¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal, siglos XVII al XX’, Barcelona: Paidós.
- Chodorow, Nancy (1978): ‘The Reproduction of Mothering; Pshychoanalysis and the Sociology of Gender’, Londres: University of California Press.
Sobre la autora
Socióloga, especialista en Género, Planeación y Desarrollo; Maestría en Estudios Políticos y Económicos. Docente-investigadora, coordinadora de la Maestría Estudio de Género y Violencia Intrafamiliar, e Integrante del Grupo de Investigación: Mujer, Género y Cultura. Universidad del Atlántico.
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