¿Cuál es la fecha de cumpleaños de los Rolling Stones? El malentendido lo comenzaron los mismos miembros de la banda, pues Keith Richards, su guitarrista estrella, considera que el grupo se inició realmente cuando se vinculó el baterista Charlie Watts (en el 2011 cumplió 70 años). Eso sucedió, en realidad, el 12 de enero de 1963. Pero los desesperados fanáticos de los Stones son demasiado impacientes y comenzaron a pedir aniversarios desde el 2012. Así que, a regañadientes, se decidió que el cumpleaños era el 12 de julio de 1962, teniendo en cuenta que, en esa fecha veraniega, Mick Jagger (vocalista), Keith Richards (guitarrista) y Brian Jones (el desaparecido genio multinstrumentista, hallado muerto en la piscina de su casa en 1969) tocaron juntos en el desaparecido Marquee Club, de Londres, por primera vez como 'The Rollin´ Stones'. Seis meses después, Charlie Watts, un dibujante publicitario al que siempre le ha gustado más el jazz que el rock and roll, se vinculó como baterista a los Rolling Stones (nombre heredado de una vieja canción del bluesman norteamericano Muddy Waters) y allí comenzó la leyenda.
Brian Jones, uno de los fundadores de la banda, fue hallado muerto en una piscina en 1969, a sus 27 años.
Pero, ¿cómo celebrar las bodas de oro de un grupo que se ha pasado toda la vida celebrando? Difícil decisión. Así que comenzaron los eventos a cuentagotas. Primero, con una exposición fotográfica en Londres, inaugurada el mismísimo 12 de julio de 2012, en la Somerset House. La exposición apoyaba la salida del inmenso libro titulado simplemente 50. Un libro, todo hay que decirlo, hermoso, pero de la misma factura del According to The Stones, que vio la luz cuando el grupo cumplió 40 años. Tardarían muy pocos días antes de que continuaran los homenajes por la vía del rumor. Ad portas de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres se dijo que el espectáculo central lo protagonizarían Jagger y sus viejos muchachos. No fue así. Ni sombra de los Rolling Stones.
Primeros trazos de ‘Los Rolling Stones’, por Luis Villa Hinojosa. Dibujo trabajado en lápiz carboncillo.
En las semanas siguientes, continuó el juego de las especulaciones, deporte favorito de los que quieren mártires para iluminar los titulares de los medios de comunicación. Que Keith Richards tenía artritis, que Mick Jagger odiaba los onomásticos, que Ronnie Wood (el nuevo miembro de la familia stoniana desde 1975) había tenido una recaída alcohólica. No más Stones. ¿No más? Cuando ya todo el mundo comenzaba a clavarles las estacas en los corazones, la artillería publicitaria de las Piedras Rodantes ya había empezado a atacar sin contemplaciones: primero, con una versión extendida del álbum clásico Exile on Main St.; luego, con el estreno mundial de la película Some Girls Live in Texas, un tesoro de 1978 que vio la luz junto a una reedición del álbum del mismo nombre, con doce nuevos temas inéditos. Luego, se anunciaron dos conciertos en la 02 Arena de Londres para el 25 y el 29 de noviembre. Apenas salieron las entradas, se vendieron en siete minutos. Los precios de la reventa se dispararon a niveles descomunales. Pero antes, dos conciertos de calentamiento, de sorpresa, con boletería vendida el mismo día de los shows, ambos en París. En ambas ocasiones, los Stones no se limitaron a tocar viejas y tranquilas baladas de la tercera edad. No. Las canciones escogidas fueron de lo más pesado de su repertorio. Y con un cargamento similar dieron sus memorables shows de Londres, cada noche con un invitado diferente (Mary J. Blige y Jeff Beck la primera noche; Eric Clapton y Florence Welch la segunda). Además, para sorpresa de las nuevas generaciones de fanáticos, se subieron al escenario con ellos el bajista Bill Wyman (quien abandonó la banda a principios de los años noventa) y, sobre todo, el descomunal guitarrista Mick Taylor, quien remplazase a Brian Jones en 1969 y acompañaría la caravana Stone hasta 1974.
Ahora bien: como los fans del otro lado del Atlántico no se podían quedar atrás, también tuvieron (tuvimos) su dosis. Dos conciertos en el Prudential Center, de Newark, el 13 y el 15 de diciembre. Una vez más, las ventas se dispararon en segundos. Se programó entonces un concierto adicional en Brooklyn, en el nuevo Barclays Center, para el 8 de diciembre. De nuevo, allí estaban los fieles fanáticos de todas las edades. Los contemporáneos de los Stones, que ya bordean los 70 años. Sus hijos y los hijos de sus hijos (tengamos en cuenta que el mismísimo Mick Jagger tiene siete hijos, dos nietas… ¡y una bisnieta!). Todos, en un solo impulso, se dieron cita en cada uno de los conciertos programados por los eternos adolescentes, porque la fiesta no se acaba nunca.
Mick Jagger, Ronnie Wood, Keith Richards y Charlie Watts en The New York Palace Hotel, Nueva York (Estados Unidos).
Pero los Rolling Stones no son solo conciertos. No habría escenarios para reunir a todos sus fanáticos. Por eso, también han sido estupendas bestias de la pantalla. Mick Jagger ha sido actor y productor durante muchos años y buena parte de la leyenda de la banda se le debe a lo que ha sucedido con ellos gracias al cine y a la televisión. Así que en los 50 años de los Stones hubo más sorpresas audiovisuales como las ya citadas Crossfire Hurricaine y Charlie is my Darling.
Todo esto, en el fondo, no pertenece sino al mundo de las estadísticas. En estos momentos, quien escribe estas líneas debe pasar, abruptamente, a la primera persona. Porque la emoción solo se puede contar en primera persona. Y, en mi caso, la dicha total se materializó el día 13 de diciembre de 2012 hacia las nueve de la noche, cuando los Stones saltaron al escenario en forma de lengua del Prudential Center. Soy un viejo fanático de la banda (los había visto 7 veces en vivo y, sumando el del 12 12 12, ya acaparo 9 conciertos en mi cuenta personal). No me alcanzarán las líneas de este artículo para expresar todo lo que sentí en este momento esencial para la vida de los Stones y para la de nosotros, sus fieles seguidores. Por supuesto, sus canciones son las protagonistas en la banda sonora de nuestras existencias. Las coreamos y nos las sabemos en nuestro inglés inventado. Pero debo resaltar algunos momentos impresionantes, únicos, en aquella noche de fiesta en Newark. ¿Seré capaz? Veamos: poder ver en vivo, 38 años después de su salida, a Mick Taylor con toda la vitalidad de los Stones interpretando Midnight Rambler materializó un sueño que ya daba por perdido. La versión de Respectable, junto al guitarrista John Mayer nos dejó sin aliento. La canción Around and Around, a petición del público vía encuestas electrónicas, fue un viaje a la prehistoria del rock, en medio de las chispas de la dicha. La versión original de You Can’t Always Get What You Want, apoyados en los coros de la Trinity Wall Street, fue definitivamente sublime. En fin. A los que pensábamos que los Rolling Stones ya no estaban para esos trotes nos callaron la boca con una cachetada de felicidad. Dos horas y media y 22 canciones después, los 18.711 asistentes al Prudential Center salimos bailando por las paredes. Días después, le preguntaron a Mick Jagger si no era muy difícil para él botar toda esa energía a los 69 años. Sin alterarse, él respondió que, al contrario, todo era más fácil. «Ahora tengo más experiencia», dijo, como si su trabajo fuese el de escribir reposadas crónicas.
Dos días después, el último concierto de los Rolling Stones fue transmitido por televisión e internet a todo el mundo. En aquella ocasión, repitió la dosis Mick Taylor y subieron al escenario Bruce Springsteen y Lady Gaga. El mundo se sacudió y les pidió, por favor, muchachos, no paren. Sigan en el 2013. Y siguieron. Y siguen. Van 15 conciertos en el 2015. En 1989 fui a ver a los Stones al desaparecido Shea Stadium, de Nueva York, porque iba a ser 'la última vez' —The Last Time es el título de una de sus canciones, de 1965—. 25 años después sigo yendo a sus conciertos porque, en cualquier momento, los Rolling Stones se convierten en polvo. Creo que, si esto sigue así, el que se va a volver polvo soy yo, si sigo con esta taquicardia de felicidad cada vez que voy a sus espectáculos absolutos.
Adaptación hecha por el autor de un texto publicado en su libro ‘Piedra sobre Piedra’. Rocca, 2014.