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Entre cuentos e historias reales y ficticias, los narradores invitados al XVIII Festival de Cuenteros El Caribe Cuenta transmiten a los barranquilleros sus saberes y su forma de ver el mundo. Mohamed Hammú, antropólogo y ‘cuentacuentos’ proveniente de Berbería, pueblo al norte de África con más de once millones de habitantes, habló con EL HERALDO acerca de su tradición oral y su conexión con la gente de esta ciudad.

¿Qué encuentra en Barranquilla que se asemeje a Berbería?

En el pasado, Berbería fue un pueblo de grandes marineros, por lo tanto los bereberes nunca tuvieron una patria, creían que el mundo era su caminar. Para mí, llegar a Barranquilla y encontrarme frente al mar, el Caribe, me da la impresión de que he llegado a casa, que no soy un forastero, sino que estoy haciendo una parada en el puerto; para alimentarme, para enriquecer mi imaginario, y también para entregar todo el equipaje que traigo, que en este caso son historias.

¿Qué puede decir del público barranquillero?

No es común ver en otros lugares una platea tan inmensa, tan dispuesta a la escucha. En África decimos que la palabra no es algo fácil, la convertimos en sagrada a través del proceso de la narración, y en Occidente lo común es que se pierda; por ello es muy satisfactorio para mí encontrarme con un público, no solo inteligente, sino también emotivo como el de Barranquilla. Es un lujo conseguir que una ciudad tenga esa capacidad de atención y que reciba por igual a cualquier persona, venga de donde venga. Me da la impresión de que ustedes (los barranquilleros) han hecho muchas cosas bien. Yo diría que no solamente El Caribe Cuenta –como se titula el festival–, sino que el Caribe escucha, también.

¿Podría contar un poco acerca de la cultura del pueblo bereber?

La cultura bereber tiene algo que es muy especial. Se trata de una cultura que no es patriarcal, sino matriarcal. Donde las mujeres son las que saben, quienes son más capaces de gestionar. Las mujeres bereber tienen una inteligencia tan impresionante que resuelven enigmas que los hombres no podrían. Ellas son las verdaderas contadoras de historias; no olvidemos que en Las mil y una noches no es un hombre el que cuenta la historia, el hombre es el que quiere asesinar todos los amaneceres.

¿Para qué le sirven las narraciones al ser humano?

Las narraciones nos sirven para mantener silencios. Mantenemos silencios sepulcrales, y cuando se consigue hacer eso, es porque se está en paz interior. También la narración le sirve al ser humano para encontrar información, porque siempre está en su búsqueda, siempre tiene la curiosidad despierta y dispuesta. El ser humano es curioso por naturaleza.

Como cuentero, ¿cuál es su mayor preocupación?

A los cuenteros no nos preocupa el espacio donde contamos, porque nuestro único trabajo es transmitir una historia, ser el canal de la comunicación. De hecho, los cuenteros no somos importantes, nuestra importancia reside en las historias que contamos. Cuando morimos, no se acuerdan de nosotros, pero de las historias que hemos contado, sí.

¿Cómo ha logrado ‘vivir del cuento’ sin morir en el intento?

Cuando en España se dice que alguien vive del cuento es que no trabaja, que no hace nada en su vida, que ‘vive del aire’. Y esa es una visualización externa y equivocada que se tiene de la cuentería. No lo ven como un oficio oportuno, lo que es curioso porque el mundo está ávido de escuchar historias. Vivimos en una esquizofrenia entre la tecnología y el individualismo, y, sin embargo, terapéuticamente necesitamos recuperar el tiempo de la escucha.