Compartir:

Sara Baartman (1789-1815), de la etnia Khoikhoi fue en África símbolo de belleza por sus desmesurado trasero pero para los europeos motivo de burla y signo de inferioridad racial. Beyoncé niega que protagonizará un filme sobre Sara.

Corre el rumor de que la cantante Beyoncé – informa la BBC– planea escribir y protagonizar una película sobre Sara Baartman, la esclava africana conocida como la Venus Negra, humillada y ultrajada por haber nacido con un esférico trasero Khoikhoi de inusuales y enormes proporciones. Aunque Beyoncé lo ha desmentido, el rumor se ha hecho noticia.

Sawtche, que era en verdad el nombre africano de Sara Baartman, no solo tuvo que soportar la penosa vida propia de los esclavos, sino la ignominia de haber sido expuesta en apartadas casetas de circo como atracción de feria por poseer ese trasero que para los de su etnia Khoikhoi era símbolo de belleza y para los europeos que se la apropiaron una anomalía física con la que se podía hacer dinero. Un defecto que, además, consideraban signo de inferioridad racial.

Sara Baartman (Hankey 1789- París 1815) tuvo como nombre artístico la Venus Hotentote, apelativo que empleaban los holandeses para llamar a los miembros de la etnia Khoikhoi. Su primer dueño fue un rico hacendado holandés asentado en Sudáfrica, que la capturó y la hizo su esclava obligándola a trabajar para él durante algún tiempo. Posteriormente, William Dunlop –médico de origen holandés que trabajaba para la Royal Navi– y amigo del esclavista que la había raptado, la conoció, se sintió atraído por ella y se la quedó. La africana pasó a ser su esclava y amante.

Sawtche llegó a Londres en 1810 –tenía dieciséis años– de la mano de Dunlop. Y de su mano fue denigrada de manera inmisericorde. Él la exhibió en Londres y Holanda como una atracción de circo dejando que aquellos que quisieran –y a cambio de dinero– tocaran sus llamativas nalgas. La esclava había accedido bajo la creencia de que se haría muy rica, según la versión de algunos, aunque según otros fue objeto de engaños por parte de Dunlop, que, además, la obligó a firmar un contrato –Sara era analfabeta– en el que ella lo autorizaba a comerciar con su portentoso trasero. Durante las exhibiciones ella hacía todo lo que le indicaba Dunlop para que la gente pudiese asombrarse o burlarse de sus nalgas.

Por fortuna, el abominable espectáculo de Sara fue repudiado y denunciado judicialmente por grupos de militantes contra el racismo y la esclavitud. Entonces Dunlop dejó Inglaterra y trasladó su 'negocio' a París. Y allí continuó sometiendo a su esclava a más vejaciones. La paseó por todos los sitios en que le fue posible poder exhibirla y explotarla. Por último la prostituyó. Para entonces Sara se había alcoholizado. La Venus Negra a los veintiséis años, murió sola y pobre.

El enorme trasero de Sara Baartman despertó tal atractivo en la capital francesa que el propio Víctor Hugo, años después de la muerte de la esclava, se refirió a este y la forma en que reaccionaban los parisinos que lo conocían en su grandiosa obra Los Miserables. Antes que Hugo, Georges Cuvier, zoólogo y cirujano, había hecho a Sawtche objeto de estudio. Para él la esclava era el eslabón perdido entre el animal y el hombre.

Otro zoólogo, el administrador del museo Nacional de Historia Natural de Francia, Étienne Geoffroy de Saint-Hilaire, también la sometió a estudio.

Las curiosas nalgas de Sawtche con su forma de dos globos hinchados se conoce como esteatopigia, y no es más que el exceso de acumulación de grasa en esa parte del cuerpo. Esta particularidad no es solo patrimonio de ciertas tribus africanas. En el mundo occidental, también suele ser un distintivo de aquellos blancos que padecen obesidad mórbida.

Tras la muerte de Sara, Cuvier conservó en formol el cerebro y los órganos genitales de la esclava, que también resultaban llamativos pues los labios inferiores de su vagina eran mucho más grandes que lo habitual.

El estudio que hizo Cuvier sobre Sara, concluyó que las razas con cráneos deprimidos y comprimidos, refiriéndose a los negros, 'son condenados a una inferioridad eterna'.

Nelson Mandela, tras llegar el fin del apartheid, solicitó al entonces presidente de Francia, François Mitterrand, que devolviera a Sudáfrica los restos de Sara que se seguían exhibiendo en el Museo del Hombre de París. La respuesta de Francia fue negativa.

Siete años tardó la comunidad Joisán en lograr que devolvieran a Sudáfrica los restos de Sara Baartman.

Hoy Sawtche descansa entre los suyos. Su dignidad le fue devuelta –aunque fuese después de muerta–, al enterrarla en 2002 con honores de jefe de Estado. Al entierro de sus restos asistieron más de siete mil personas, entre las que se encontraban el propio presidente sudafricano de entonces, Thabo Mbeki, y buena parte de su gabinete. Le concedieron tanta solemnidad que su entierro fue transmitido por la televisión pública. Dos siglos tardó Sawtche en regresar a su pequeño pueblo de Hankey.

La noticia sobre la posibilidad de que Beyoncé estuviese planeando interpretar la vida de Sara, ha tenido ya algunas advertencias. El actual jefe de la etnia Khoikoi, Jean Burgess, ha dicho, según cuenta la BBC, que Beyoncé no posee 'la dignidad humana básica para ser digna de escribir la historia de Sara, menos aún para interpretarla'.

A pesar de negar que Beyoncé vaya a llevar al cine la historia de Sara, su representante ha dicho: 'Esta es una historia importante que debe ser contada'.

Yo no sé si Beyoncé merezca la dignidad de contar e interpretar la vida de Sara Baartman, símbolo de la explotación de los esclavos negros. Pero me pregunto si no resultaría igual de importante que ella o cualquier otro dejasen testimonio para generaciones futuras de otros personajes actuales y más próximos con los que se puede hacer un buen retrato de ciertas infamias de nuestra propia época. Serviría el de Kim Kardashian, por ejemplo, ese deleznable personaje que ha gastado un montón de dinero mandándose a inyectar grasa en sus glúteos para hacer negocio con su postizo trasero en el circo particular que se ha montado (perdón, ya sé que eso hoy se conoce como Reality Show). Sería un documento sociológico de gran importancia.

El antropólogo sudafricano Phillip Tobías, que en su día participó en la batalla que se libró para que Francia permitiese que los restos de Sara regresaran a su país de origen, dijo en su entierro que ella era 'una heroína, un icono de una época pasada, cuando el imperialismo y el colonialismo explotaban a los pueblos'.

Kim Kardashian, la propia explotación de su cuerpo y de su estúpida y hueca vida, deberían quedar registradas en todos los soportes posibles como icono de una época capitalista en la que a los hombres y mujeres se les hizo creer que ganar dinero era lo más importante del mundo. Y que daba igual si para lograrlo había que denigrarse, volverse esclavista y esclavo a la vez, inflarse los glúteos y exhibirlos en un circo.