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Con colores planos, formas simples, ninguna técnica, sin profundidad, ni figuras que imitan el realismo y con el único estudio del pincel en manos, artistas del país han elevado la pintura desde su ‘ingenuidad’. Sus obras primitivistas figuran en una exposición que el Banco de la República sacó del ‘clóset’ para recorrer distintos escenarios, y que se posó en Barranquilla durante seis meses.  

Composiciones ingenuas, así se puede catalogar el arte primitivo, que se hace por fuera de las características formales que dictamina la academia de arte. Aunque surgió como corriente en el mundo a finales del Siglo XIX, solo llegó a Colombia entre los 50 y los 60. Sin embargo, en el país se reconocen referentes anteriores en la Colonia y el siglo XIX con reproducciones de láminas y estampas de santos devotos en Europa. 

'A pedido de la devota clientela de la época realizaron pinturas de santos mal copiadas y tallas populares en madera que no cumplían con los modelos de proporción y que circulaban y tenían gran demanda en el territorio que hoy es Colombia', explica la historiadora Sigrid Castañeda, curadora de la exposición.

Desde entonces, sin saberlo, un grupo de personas comunes se dedicó a retratar su cotidianidad bajo esos preceptos de lo que llamaron ‘ingenuidad’. Por eso, la exposición que los reunió en una misma sala lleva por título ‘Aparente ingenuidad’. En las paredes del segundo piso del Banco de la República –ubicado en la carrera 46 #45-39– se exhiben 66 pinturas de la Colección de arte de la institución fundada en 1957 y que actualmente alberga más de 6.600 obras. 

Los hombres y mujeres autores de los cuadros llegaron al arte sin conocerla, sin pretenderla y sin entenderla. Con la única guía de un sentimiento. No importaba si las proporciones del cuerpo eran correctas, si carecían de perspectiva; era un pedazo de sus vidas: los paisajes que veían, las personas que se encontraban, los cuentos escuchados, los recuerdos que querían preservar. 

'Ellos pintan como ven, no como es en realidad', explica Castañeda. Su estética es 'natural', 'inexperta', 'simple'; y al mismo tiempo muy emocional, pues corresponden plenamente al espíritu y sentir de los autores.

Uno de ellos es Noé León, de él se exponen diez pinturas que recuperó el Banco tras permanecer fuera del país por más de cuarenta años en condiciones que las deterioraron. Aunque su belleza sigue intacta: las embarcaciones navegando por el río Magdalena, los animales salvajes de los bosques y otros de campo, la idiosincrasia de los pueblos ribereños, el imponente mar Caribe, el transporte masivo, el caótico mercado público. 

Siendo de Santander, León es considerado ‘hijo adoptivo’ de Barranquilla. Eso reflejó en sus pinturas, impresas con las costumbres diarias de las comunidades costeñas. Después de ser policía, zapatero, pintor de brocha y vendedor ambulante, terminó convertido en el pintor primitivista más importante del país, luego de que el artista Alejandro Obregón y otros intelectuales que se reunían en La Cueva lo descubrieran.

'Después de su encuentro a finales de los años 60 con el Grupo Barranquilla tuvo una figuración importante. Él vendía cuadros de puerta en puerta, cuando lo conocieron vieron en ellos un gran potencial. Su plus como artista es que logra captar toda la esencia del Caribe. Aunque no hay composición, punto de fuga, una perspectiva, la gente que ve sus cuadros se siente identificada con ellos', afirma Castañeda. 

A León se le une el trabajo de otros nueve pintores primitivistas colombianos que se destacaron durante la segunda mitad del siglo XX; que con autenticidad y sencillez supieron plasmar su manera particular de ver la cotidianidad. 

Así se pueden apreciar obras de María Villa (1909 – 1991), una empleada doméstica de Antioquia que copió el oficio de su enamorado, un pintor 32 años menor que ella; de Marco Tulio Villalobos (1910-1990), un reconocido futbolista que figuraba como arquero del América de Cali y que llegó al arte a los 60 años; de Alfredo Piñeres Herrera, un vendedor de jaulas para pájaros y trampas de ratones en el mercado de Bazurto de Cartagena, que sin ser alfabeto conquistó el mercado internacional. 

'Lo que se observa es el carácter individual del artista en cada pintura, su historia personal y su desarrollo autónomo e independiente con respecto a los otros artistas inscritos en este movimiento', comenta la curadora. Así, también sin querer, la muestra se convirtió en un recorrido por el arte primitivista en Colombia.