Con la voz y el cuero se cantó y se bailó la tambora, durante la doceava edición de La Noche del Río que se realiza la noche de este jueves.
Ese término que se usa para referirse al instrumento, al baile cantao, a la tradición y a 'esa magia que apenas se conoce y se saborea no hay forma de separarse de ella', inundó la plaza Mario Santo Domingo del Parque Cultural del Caribe.
La agrupación Red de tamboreras, conformada solo por mujeres, abrió la gala con su chandé. Que en el monte va a sonar un concierto al natural entonaron las cantoras.
La que es una fiesta, una corriente musical y un baile, que se expresa con el cuerpo y la vida, siguió siendo homenajeada por Son de aquí, grupo que enaltece la música ancestral con cantos alegóricos a la tierra y a la cotidianidad. Cantan chandé y sueñan con la Gran Parada/ con el Festival de Orquestas o con la Carnavalada/ alegrando estas fiestas, como dice una de sus composiciones.
Guacherna, chandé y derroche corrieron por las cuerdas vocales y las manos de La llorona, la agrupación abanderada en la preservación de la tambora en el pueblo de Tamalameque, donde se hizo el primer festival de la tambora en 1976. No se muere/no se muere la tambora/ no se muere la tambora/ luchemos por su rescate/ pa' que no pase de moda cantaron los que estaban sobre la tarima.
Desde las calles de Tamalameque, subió al escenario la llorona loca, que salió arrastrada del escenario por la fuerza de un crucifijo, para darle el espacio a Delcy Gil y Riquezas de San Martín de Loba. Gil y su poderosa voz es heredera de una tradición artística que viene de sus bisabuelos. Es hija de uno de los maestros de la tambora alegre o currulao de San Martín de Loba, Bolívar. 'Los quiero mucho', comenzó diciendo la artista que dedicó una guacherna a los presentes que lleva por nombre Barranquilla, la Arenosa.
El invitado especial del concierto nocturno es Canalón de Timbiquí, una agrupación del Pacífico que representa la riqueza musical proveniente de la mezcla de tradiciones africanas y latinoamericanas. Su música evoca sonidos ancestrales de la Costa Pacífica colombiana, recreando los ritmos de la marimba de chonta con el guasá y el bombo. Sus melodías y líricas hablan acerca de la jungla, los ríos y la minería. Fue fundada en 1974 por las madres de las hoy cantadoras.