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Bomberos y policías siguieron trabajando este martes en el edificio del Museo Nacional de Rio de Janeiro, donde todavía se veían restos humeantes del incendio que el domingo lo redujo a ruinas junto a su invaluable patrimonio.

Pocas personas se acercaron a la zona, que permanecía con un fuerte olor a quemado, para dejar flores al pie de la estatua de Pedro II, el último emperador de Brasil, que vivió en ese imponente palacio en el siglo XIX. La víspera, cientos de personas se congregaron conmovidas por la pérdida de un acervo de unas 20 millones de piezas, construido desde la creación del museo hace exactamente 200 años.