En una época en la que las mujeres todavía no estrenaban su derecho al voto, eran tachadas por subirse a las tarimas en vez de agacharse en sus hogares y eran llamadas despectivamente 'caminadoras' por ser ‘caminantes’, en una época como esa–en los albores de los cincuentas–, Esther Forero cargaba versos disruptivos que revelaban la figura femenina adelantada a su tiempo en la que se convertiría.
'Disimula negro, disimúlame (...) la mujer también debe tener derecho de mirar pa’ allá pa onde le de la gana'.
Forero no era la Novia de Barranquilla, su música popular no era popular en su tierra y sus conquistas estaban más bien afuera. En la escena de Puerto Rico, Venezuela, Cuba, República Dominicana, México, Honduras, Guatemala, Panamá y Nueva York.
Ese camino al éxito, poco conocido por muchos, fue recorrido durante el conversatorio ‘Esther Forero, de viajera visionaria a novia domesticada’ que se celebró ayer en el marco del XIII Carnaval Internacional de las Artes como un tributo a esta gran compositora, cantante y folclorista, que este año cumple cien años de su natalicio.
La charla, amenizada por pasajes musicales de Esther Forero, fue liderada por su principal biógrafo, Álvaro Suescún; la investigadora musical Daniella Cura y el escritor Ángel Unfried, quienes evocaron aquellos momentos en que la música del Caribe era tildada de marginal, vulgar y ordinaria.
'Era una época muy difícil para los gestores de este tipo de música porque en los primeros cincuenta años del siglo pasado nuestra música popular estaba prohibida, no apropiada para escuchar por los sonidos decentes'.
Así entonces, esta segregación musical comienza a apaciguarse al ritmo de las cumbias, puyas, porros y fandagos que estudia, entre varios músicos, Esthercita.
'Ella resulta muy interesante para el estudio de la etnomusicología (...) Esther Forero aprovecha sus viajes por los pueblos cercanos al Río Magdalena con una compañía farmacéutica, como vendedora, para recolectar estas músicas de las regiones. Empieza a investigar lo que ella llama ‘música del Magdalena’ y crea un repertorio para luego llevarlo a sitios donde nunca algo así se había escuchado', cuenta Cura.
Lo hizo, en buena parte, persuadida por el poeta Jorge Artel, quien la anima a pintar bien su propia isla. Esto es: que explorara en lo profundo de las raíces de la música nuestra, la costeña.
'Ellos se conocen en 1942, cuando ella viene de Panamá a Cartagena. Estaba nutrida de la poesía de Jorge Artel y pregunta por él y tienen una cita para presentarse en el Teatro Heredia. Desde entonces es un reto lo que establece Artel con Esthercita. Le decía '¿cómo es posible que en tu repertorio tengas tanta música que nos hace daño, por qué no investigas el folclor' y es allí cuando ella lo sorprende diciendo que ella tiene muchas composiciones del folclor nuestro. Comienza a presentarse con una indumentaria particular', relata Suescún.
Esthercita, según contaron ambos investigadores, solía llevar consigo los vestidos tradicionales de la cumbia, de hombre y mujer, para enseñar en el exterior. De aquellas épocas hay una fotografía en la que Esther Forero no luce el traje de la mujer sino el del hombre. Lo hizo en un momento en que estaba penalizado usar pantalones. Lo hizo, además, con los 'taconcitos coquetos' de la mujer.