Cuando Cien años de soledad aún no salía a las librerías, ya Germán Vargas Cantillo, gran amigo y lector de Gabriel García Márquez, advertía el suceso literario en que se convertiría esta obra maestra. En 1967, tras terminar los originales de la obra, escribió en un artículo premonitorio que sería 'la mejor novela colombiana y de todo el país escrita en el último cuarto de siglo'.
Esa profecía cumplida es apenas una de las tantas anécdotas que se inscriben en el legado de Vargas Cantillo, un hombre que engrandeció al mundo cultural del Caribe colombiano y de todo el país, un lector incansable y un crítico de rara perspicacia homenajeado este jueves en la II Feria Internacional del Libro de Barranquilla, Libraq.
El conversatorio, que se realizó en el escenario que rinde tributo con su nombre, contó con la presencia de su hijo, el escritor y periodista Mauricio Vargas Linares; el director de El Tiempo, Roberto Pombo, y Marco Schwartz, director de EL HERALDO, quienes recordaron el gran olfato editorial de Vargas Cantillo en el marco de los cien años de su natalicio.
'Cuando Álvaro Cepeda Samudio escribió su primer volumen de cuentos y lo publica una editorial pequeña de Barranquilla con unos hermosos dibujos de Cecilia Porras, mi padre (Germán Vargas Cantillo) escribe en la solapa que Cepeda Samudio está llamado a ser uno de los grandes narradores latinoamericanos al lado de Julio Cortázar y Felisberto Hernández. En ese entonces, Cortázar apenas empezaba a ser reconocido tímidamente en Argentina', contó Mauricio Vargas, quien mucho después, en 1980, tendría la oportunidad de conocer al autor de Rayuela y contarle aquella historia. La respuesta de Córtazar: ¿cómo me podían leer en Barranquilla si apenas me conocían en Argentina?
¿Vocación de pirómano?. Germán Vargas Cantillo supo recibir con nobleza a todo joven apasionado por la literatura y las artes en la ciudad, a la espera de un buen consejo suyo. Vargas, escritor, periodista y miembro del mítico Grupo Barrranquilla, los leía y hacía las veces de mentor. Lo fue incluso para Gabriel García Marquez.
'Escribió muchos cuentos pero luego dictaminó que no eran buenos y no incursionó en la ficción sino que se dedicó a leer a sus amigos', contó Vargas Linares.
¿Qué ocurrió con esos cuentos?. Vargas Cantillo no solo consideró que no era buen cuentista, sino que se propuso exterminar eso que había escrito. 'Mi padre tenía una vocación de pirómano (...) Propició dos incendios: el de todos sus cuentos porque los consideró muy malos y, un año antes de morir, quemó todas las cartas de correspondencia con Gabo. Y se sentía feliz porque decía que con ello estaba evitando que llegara cualquiera a subastarlas'.
Calidez humana. Sobre Vargas Cantillo, Pombo y Schwartz destacaron la nobleza, benevolencia y 'extraordinario generosidad' de un hombre 'siempre abierto a los talentos jóvenes', dijo Schwartz.
'Me impresionan sus columnas culturales en EL HERALDO, porque él ya estaba graduado como personaje de Cien años de Soledad y sus textos, sin embargo, estaban dedicados a unos fenómenos literarios en municipios donde solo él sabía que habían escritores y casas de cultura. Podía estar pontificando sobre la literatura universal y en cambio estaba descubriendo personajes en la Costa', resaltó Pombo.