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Leonardo Padura no sabe cómo poner un pie delante del otro de forma rítmica. 'No sé bailar', confiesa el escritor cubano, uno de los grandes referentes de la literatura latinoamericana actual y, como lo ha reconocido antes, un melómano 'curioso e impertinente' que quiere saber todo sobre la salsa.

El autor de El hombre que amaba a los perros–y de más de una veintena de libros, entre novelas, cuentos, ensayos y recopilaciones– se ha encargado de tomarle el pulso a un género que ama a través de crónicas, perfiles y entrevistas a los más importantes exponentes de la salsa desde su nacimiento, a comienzos de los años 70; muchas de ellas compiladas en su libro Los rostros de la salsa (Tusquets).

Sobre estos rostros, que no son otros que los de maestros como Rubén Blades, Willie Colón, Mario Bauzá, Cachao López, Johnny Pacheco o Juan Formell, conversó Padura en el marco de la decimoquinta edición del Hay Festival Cartagena de Indias, una charla con el periodista y escritor colombiano Daniel Samper Pizano.

Para Padura, 'el alcance comercial espectacular' que tuvo el fenómeno de la salsa, así como su momento de esplendor en los 70, 'no hubiese sido posible' sin el trabajo de Johnny Pacheco, fundador de la Fania Records en 1964, en Nueva York.

'Apareció entonces, en una esquina extraña del caribe, el panameño Rubén Blades con un tipo de literatura que se convierte en música, muy inusual dentro de la música popular, y se incorporan músicos de Venezuela, de Colombia, incluso de territorios no habituales de este tipo de música', recordó Padura.

¿Caída en picada?

Sobre el período de 'cierta decadencia' que sufrió este género, que tuvo origen a comienzos de los 80, el cubano apuntó que 'es algo que ocurre con todos los movimientos artísticos'. 'En el Renacimiento o Medioevo las tendencias duraban un siglo. Una tendencia que cambió la cultura del XX fue el surrealismo y su momento cumbre fueron 10 o 15 años; luego se disolvió, se integró a otros movimientos, y aunque todavía hay gente que hace arte surrealista, ya no existe como movimiento y eso pasó con la salsa', explicó.

Los rostros. Los acordes de Siembra, álbum musical de Rubén Blades y Willie Colón, que resonaron durante el conversatorio, marcaron también el ritmo de un recorrido por estos dos artistas, dueños de 'un canto de esperanza'.

Padura encontró en Blades similitudes con el cantante de danzones Barbarito Díez, una de las mejores voces de Cuba, quien 'no bebía ni fumaba', argumentando que 'era un experimento de cuánto duraba un negro bien cuidado', contó Padura.

'Yo creo que Rubén Blades está viendo cuánto dura un panameño bien cuidado', dijo el escritor en medio de las risas del público.

'Blades le aportó un sentido poético mucho mayor que el que había en la salsa hasta ese momento (...) En canciones como ‘Pedro navaja’ o ‘Plástico’ hay un trabajo literario', destacó Padura.

De Willie Colón, Padura resaltó que 'trae la ira del adolescente latino de Nueva York que trata de encontrar un espacio existencial, cultural y económico', así como un 'gran talento musical'.

Para este cubano, 'la voz de la salsa es Héctor Lavoe, las letas Rubén Blades y el sonido el trombón de Willie Colón'.