Domingo nació un domingo, Domingo lo bautizaron / Domingo nació un domingo y un domingo lo enterraron. Domingo Peréz, más conocido como Mingo, gracias a su voz y capacidad de improvisar se hizo merecedor de un importante lugar en la historia del Carnaval.
Su vida, y hasta su muerte, estuvo marcada por su amor al Carnaval, tanto que su hijo José David Pérez afirma que hasta su último suspiro lo hizo amando a la tradicional celebración.
Alfonso Fontalvo, director del Torito Ribeño, era un gran amigo de Domingo Pérez, popularmente conocido como Mingo. Lo conoció desde muy pequeño y con el paso de los años fue fortaleciendo su amistad con él.
Recuerda que Mingo empezó como un ‘güiro’, es decir, uno de los acompañantes de la danza, pero notó en él un gran talento y una voz que tenía un 'no sé qué' que captaba la atención de la atención de la gente.
Además, según Fontalvo, el fallecido hacedor era un hombre popular que era capaz de sacarle verso a cualquier situación que se encontraba en la calle. Cualidad que debe tener cualquiera que aspire a ser verseador.
'Él cantaba, pero no lo hacía de forma oficial. Lo hizo cuando yo tomé la danza en 1971'.
Humberto Mendieta, presidente de la junta directiva de la danza Congo Grande de Barranquilla, describe a Mingo Pérez como el mejor cantante de música de congo de todos los tiempos.
'Él tenía una capacidad de repentismo (improvisación al hablar) impresionante, era un repentista. Fue el gran cantante de la danza del Torito Ribeño'.
El timbre de voz de Mingo Pérez era único, gracias a su registro vocal tenía la capacidad de opacar el sonido de la música, quizás por la pasión que le imprimía a cada verso. Además era portador de una creatividad que le permitía sacar un verso repentino a cualquier situación o personaje. Dichas características dan píe para que los hacedores y danzantes de congo digan que el fallecido verseador era excepcional.
Mendieta explica que intrínsecamente el congo debe tener un cantante. Si bien los danzantes llevan su música propia, la experiencia del verseador hace que el público vibre al escuchar el estruendoso grito del danzante.
'El congo es una danza de guerra, por eso es que los espectadores ven que los danzantes no van sonriendo aunque el grito sea de alegría', afirma el periodista.