'Maestro Wilson saque el clarinete y los platillos que vamos a tomar la foto', le advertí. 'Mi hermano... que pena, tengo que ser honesto. Tocó empeñarlos y a estas alturas ya se deben haber perdido. Es que esta pandemia me ha pegado duro, hasta tuve que entregar el apartamento en que vivía arrendado y venirme para donde mi mamá'.
Con estas palabras que lanza en tono nostálgico Wilson Sotomayor, director del grupo Takumbé, resume la forma como el coronavirus ha desafinado su vida. La tristeza por no poner a brincar a las marimondas del Barrio Abajo como en los últimos 20 años, se nota en sus ojos irritados.
Una situación igual vive el grupo de millo Makia Tambó. En una década de existencia estaban acostumbrados a hacer durante los cuatro días de Carnaval unas siete presentaciones diarias, además de acompañar en desfiles a comparsas y danzas como el Rumbón Normalista y el Garabato del Norte. 'Hoy no facturamos nada, estamos en ‘blanco’, hay que decirlo sin pena, los grupos que hacemos música folclórica somos los más afectados con la pandemia. Ya sumamos 11 meses sin sonar nuestras flautas y tambores. Estos días como director me representaban unos cinco millones, pero no ha caído nada', dice Harry Barrios, director de esta agrupación integrada por jóvenes de distintos barrios de la localidad Suroccidente.
El panorama no cambia para el flautista y gaitero Joaquín Pérez Arzuza, el pupilo más avanzado del maestro Pedro ‘Ramayá’ Beltrán. Hace un año el gaitero unió su talento con el de otros músicos experimentados para darle vida al grupo Herencia Ancestral. Su ilusión era inmensa ya que se visionaba liderando varias presentaciones para este Carnaval 2021, pero la pandemia no los dejó salir al ruedo.
'El coronavirus nos bajó los tacos como se dice coloquialmente. Esto ha sido muy difícil puesto que hemos tenido situaciones adversas y no hemos tenido ayudas gubernamentales. Nos ha tocado vender comida y dictar clases virtuales para seguir sacando adelante nuestra música tradicional'.
Estos tres grupos de música folclórica que durante años han acompañado con sus notas a diferentes comparsas, danzas y cumbiambas en los desfiles más importantes del Carnaval de Barranquilla, este año con resignación admiten lo duro que ha sido para ellos no hacer sonar sus flautas, gaitas, tambores, clarinetes y platillos.
La pandemia los mantiene silenciados durante estos días en que se debería estar gozando por las calles de la fiesta barranquillera.
Como han podido se las ingeniaron para estar presentes en algunas actividades virtuales y aúnan sus esfuerzos por lograr que el término ‘reinvención’ aplique en su actividad musical, pero lamentablemente su situación es muy compleja.