Por Carlo Acevedo
El Lobo, como también es conocido el escritor italiano Stefano Benni (Bolonia, 1947), habla tranquilo desde la sala de su casa. A nadie se le ocurriría, sin antes conocerlo, que aquel hombre entrado en canas, de maneras suaves y con un tono de voz apacible, casi hipnótico, carga en sus entrañas el universo de tensiones que debe cargar todo artista. Sus rulos despreocupados y blancos sobresalen hacia los lados debajo del sombrero de ala negro. También utiliza una chaqueta negra, señal de que a su natal Italia apenas llega la primavera. Detrás suyo, el activo que todo escritor o escritora debe enseñar: sus rebosantes estanterías de libros. También, desenfocados, se ven un cuadro en la pared y la ventana de marco blanco que habla de una tarde grisácea.
El Lobo conversa con Efraim Medina. El narrador cartagenero no se ve a lo largo de toda la transmisión, ni es necesario que así sea. Tampoco se le escucha. Pareciera que Benni se estuviese confesando para sí mismo, que el italiano, en una suerte de monólogo/performance, indagara sobre los asuntos más íntimos y enigmáticos de su vida, incluido el arte, no tanto para una audiencia virtual que le observa sino para su propio descubrimiento. La entrevista, transmitida el sábado 6 de marzo, a las 7:30 de la noche, hizo parte de la programación del XV Carnaval Internacional de las Artes.
Al inicio de la charla, haciendo honor a su apodo, se le escucha al italiano aullar. Este asegura que en algún momento hizo parte de una manada y que en aquel entonces aprendió a emitir su aullido. Por eso se le conoce como el Lobo, sentencia. No da más detalles. Así, enigmática y fragmentaria, resulta la historia. El espectador o la espectadora no puede decir a ciencia cierta si se refiere a una metáfora o a una experiencia real.
Tras este inusual abreboca, con esa voz apacible, como si fuese lo único que lograra conciliar las múltiples tensiones que carga adentro, Benni habló de su origen, del amor y del arte, los únicos tres aspectos de la vida que podrían interesarle a un hombre como él. Habló de su nacimiento en Bolonia, suceso que fue circunstancial en los inicios de su vida, pues desde muy chico sus padres se mudaron al campo, donde creció. Sin embargo, también reveló el escritor, en la adolescencia tuvo que volver a la ciudad para cursar el liceo. Según el relato del italiano, este fue un primer choque, un primer momento de ambivalencia, ya que se sentía muy distinto de los demás chicos. Con un ejemplo muy sencillo, muestra de su eficacia narrativa y de su humor, señaló la disonancia entre él y sus compañeros: ellos '… usaban pantalones largos y yo pantalones cortos'.