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El origen se remonta al siglo XVIII, cuando las notas que hoy se entonan con acordeón salían de una guitarra. Quedó escrito entonces en la memoria de los pueblos que cuando un juglar comparte letras y melodías bajo un árbol frondoso merece la atención absoluta de quienes le rodean.

Historias relacionadas a las canciones, chistes y anécdotas hacen parte de interludios que surgen espontáneamente y se dice que 'parranda que se respeta dura mínimo dos días'.

Con el tiempo algunas costumbres han cambiado y ya es habitual que en las fincas hoy existan tarimas de concreto para que sean usadas por los músicos.

'Una parranda vallenata tiene una conjugación de todo y es un estilo de vida porque compagina los sentimientos y la parte oral con la narración de historias', afirma Rodolfo Molina, gestor e investigador cultural.