Vale la pena preguntarse si así como los nombres de ciertas calles fueron abolidos y dejaron de usarse, el destino de los inmuebles patrimoniales correrá la misma suerte. Al espacio donde está situado el Museo Romántico todavía lo llamamos Museo Romántico; y depende de muchos factores que siga siendo así. Ubicada en la carrera 54 N°59-199, enfrente del boulevard del Parque de los Fundadores, esta mansión republicana cumple en 2020 los mismos 100 años del barrio El Prado, donde está emplazada.
Se trata de una de las primeras mansiones construidas en el barrio. En 1983 fue dada en donación por las hermanas Carmen y Esther Freund Strunz, después de haber pertenecido a Julius A. Freud, cónsul de EE. UU. en Barranquilla. La casa, anteriormente sede del consulado del país norteamericano en la ciudad, empezó en el 84 a ofrecer sus servicios museales, cuando casi no había museos en Barranquilla.
Por entonces, el Museo de Arte Moderno sólo existía en papeles (en 1994 se inauguró en un espacio del edificio de La Aduana). El Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico (MAUA), con sede en Bellas Artes, había sido fundado a mediados de siglo. Más tarde surgirían otros como el Museo Bolivariano, en los años 90. Ninguno tenía o tiene como principal propósito dar a conocer la historia de la ciudad a través de sus hitos, piezas, documentos, fotografías, objetos y charlas abiertas para los investigadores, estudiantes y todo público.
Rescate de la historia
Cuentan que el proyecto del Museo Romántico nació cuando el historiador Alfredo De la Espriella, su fundador y principal impulsor, vio durante un viaje a España un recinto con el mismo nombre. 'De la Espriella quiso hacer uno, y lo concibió para albergar no la historia del romanticismo, sino la de Barranquilla con cierto romanticismo; una historia con amor y afecto a la ciudad', dice Jaime Donado, presidente de la Junta Directiva del Museo.
Algunos de sus visitantes, como el investigador Álvaro Suescún, recuerdan las tertulias que De La Espriella realizaba los fines de semana. 'Eran reuniones muy atractivas en las que se citaban a personas para que hablaran de la ciudad y de los elementos constitutivos del Museo. Con ellas se recuperó de manera oral una parte de la historia de la ciudad', comenta.
La presencia del historiador en el Museo era fundamental. Desde sus salas atendía a estudiantes, curiosos e investigadores. Todos las personas consultadas para esta nota celebran su labor ('titánica', dice Suescún) por la forma en que articulaba y proyectaba en los visitantes los contenidos del Museo.
Ignacio Consuegra, arquitecto y vicerrector de Infraestructura de la Universidad Simón Bolívar, dice: 'Hay que darle el crédito a don Alfredo porque el Museo ha permanecido original, sus espacios no han sido alterados, ni sus pisos. En El Prado, esa mansión es una de las más bellas. Él entendió que estas casas tienen un valor y que su nueva actividad debe acomodarse al lugar, y no al contrario'.
Frecuentando el sector, Consuegra ha visto que la Junta Directiva 'está tratando de recuperarlo'. Sin embargo, lamenta el deterioro físico que evidencia la parte externa y las rejas, y que 'el comején se ha comido parte de lo que tenían guardado'. Ante esto, explica que 'no es lo mismo mantener una casa vieja en el frío que en el calor. Aquí la humedad produce comején, y las lluvias fuertes deterioran los techos. El Prado necesita empresas o personas con mucho dinero para mantenerlo. Pero desalienta cuando el Gobierno no contribuye a bajar los impuestos, a dar algún tipo de retribución por mantener el patrimonio'.
Costos
En 2018, por problemas de salud, Alfredo De la Espriella —autor de múltiples libros sobre la historia de la ciudad—, entregó la dirección del Museo a la Junta Directiva y a la Fundación Museo Cultural de Barranquilla, propietaria de todos sus espacios y contenidos. En una carta pidió públicamente 'continuar con esta magna obra'.
Aunque no posee un inventario exacto, el Museo cuenta con unas 15.000 mil piezas. Según Jaime Donado, entre lo que se perdió el año pasado debido al comején y la falta de mantenimiento había algunos marcos, fotografías, un mueble, libros y revistas de su biblioteca: 'unas 25 o 30 piezas', dice.