De Gabriel García Márquez todo se ha dicho. Que es la pluma más legendaria que ha tenido nuestro país. Que ha sido de los grandes novelistas de habla hispana. Un periodista recursivo. Un amante del vallenato como pocos y un enamorado del cine.
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Y aunque todas y cada una de esas facetas se han explorado, unas más que otras, aún hay historias que siguen llamando la atención de aquellos que han estudiado las minucias de su obra. Una de ellas tiene que ver con un amor que siempre profesó: el séptimo arte, ese que cuenta historias a 24 cuadros por segundo.
“Siempre me ha gustado el cine”, dijo alguna vez, con la honestidad de quien no necesita adornar una pasión. “Hasta el punto de que lo único que he estudiado sistemáticamente en una escuela es el cine”. Fue en Roma, en el Centro Experimental de Cinematografía, donde se inscribió luego de que El Espectador lo enviara como corresponsal al extranjero. Había llegado seducido por el neorrealismo italiano, por ese cine de rostros sin maquillaje y calles polvorientas que tanto se parecía a lo que había vivido en Aracataca.
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Pero incluso antes de eso, ya el cine lo tenía atrapado. Entre 1954 y 1955 escribió para El Espectador reseñas de los estrenos en Bogotá, con la precisión de un crítico autodidacta y la sensibilidad de un narrador de cines de barrio. Aquellos textos, firmados bajo la columna “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana”, fueron una rareza en su tiempo
Entrados ya en los años 60, el Centro Artístico de Barranquilla, orientado por su gran amigo Álvaro Cepeda Samudio, invitó a García Márquez como delegado del Cine Club de Colombia a conversar sobre los estatutos de la futura Federación Colombiana de Cineclubes.
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En ese momento lo que parecía una quimera empezó a tener más tintes de realidad, más cercano a ese neorrealismo que le atrajo de Italia. Crear una escuela de cine en Barranquilla.
“Uno de los principales sueños de Gabriel García Márquez fue haber construido la escuela de cine como resultado de la generación del nuevo cine latinoamericano o el tercer cine. Ese tercer cine estaba pensado desde un encuentro que hicieron en Montevideo, Uruguay en 1958, cineastas como Glauber Rocha, Fernando Birri, entre otros”, comenta Óscar Arias Díaz, docente de la Universidad del Norte, cineasta e Investigador del audiovisual Colombiano.
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Gabo, que ya entonces alternaba su escritura con el cine y el periodismo, se lanzó a bosquejar el proyecto. El documento no era un simple ensayo. Incluía un programa de estudios para el primer curso, un presupuesto para materiales fotográficos, una lista de posibles sedes y hasta un cálculo detallado de nómina y sostenimiento.
“Se pensaba hacer en las inmediaciones entre Cartagena y Barranquilla. Se supone que también había un lote completamente dispuesto para que se construyera y tuviera el único propósito de construir la escuela de cine, pero ante la imposibilidad del presidente Belisario Betancur, no se logró consolidar la donación de un predio que estaba compuesto por muchas hectáreas que no dejaron que se consolidara”, agrega Arias Díaz.
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Camino a Cuba
Con esta imposibilidad y como los sueños no se acaban, sino que se posponen, Gabriel García Márquez siguió buscando las maneras de llevar a cabo esa revolución cinematográfica. Años después, ya consagrado como Nobel, Gabito volvería al cine con fuerza. En 1985, junto al Comité de Cineastas de América Latina, fundó la Fundación para el Nuevo Cine Latinoamericano, con sede en La Habana. Un año más tarde, en diciembre de 1986, vio la luz su proyecto más ambicioso: la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, un lugar en el que él mismo enseñó guion y donde se formaron generaciones de cineastas del continente.
“Al entender que Gabriel García Márquez era amigo de Fidel Castro, cuando le dice a Fidel que él tiene el proyecto de construir una escuela donde todos sumaban y donde todas las voces podían construir lo que se había pensado en el 58, Castro le dice que tenía el lugar propicio para que se construyera o se pusiera la primera piedra de lo que se conoce hoy en día como lo es la Escuela de Cine Internacional y Televisión de San Antonio de los Baños, de donde hemos tenido egresados como Roberto Flores Prieto y más”, sostiene Arias.
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Las bases aún existen
A pesar que el sueño de Gabo mutó y encontró en la isla un lugar para volverse realidad, lo cierto es que aún a día de hoy ese texto que escribió el nobel con todos los detalles sigue existiendo y reposa en los archivos de la Tita Cepeda, quien ha resguardado no solo la obra de Cepeda Samudio sino de todo el Grupo de Barranquilla.
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Con motivo de la conmemoración de los 11 años del fallecimiento del Gabriel García Márquez, el Museo Casa del Telegrafista y la Biblioteca Gabriel García Márquez, rendirán un sentido homenaje en esta fecha, al Nobel Gabito con actividades artísticas. Será este jueves a las 9 de la mañana con Stand de obras de la colección patrimonial de la biblioteca Gabriel García Márquez, lectura en voz alta, lectura compartida y más.