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Todo lo que leemos está atravesado por las leyes del tiempo en que vivimos. Así como un poema de amor nos hace evocar a un ser amado (real o ficticio), y una historia antigua nos muestra lo antiguos y contemporáneos que somos ante asuntos económicos, filosóficos, afectivos o espirituales, hoy, con la pandemia en curso y en crecimiento, nos acercamos a ciertos libros como si fueran advertencias o incluso objetos proféticos. La peste de Albert Camus, Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, Decamerón de Boccaccio –por nombrar algunos que encabezan listas de libros– nos parecen escritos para leerlos en la actualidad.

Lo cierto es que fueron hechos para acompañar esta y todas las épocas, esta y todas las pestes. El caso de Gabriel García Márquez, que murió un 17 de abril de 2014 en su residencia en Ciudad de México, se asemeja al de un virus que muchos lectores del mundo padecieron y siguen padeciendo. Para homenajear la lectura que su obra nos permite gracias a su riqueza inagotable e infecciosa, compartimos fragmentos de sus páginas y destacamos reflexiones de la charla 'Gabo en tiempos de coronavirus', realizada el pasado 10 de abril desde un en vivo de la Fundación Gabo al que se conectaron alrededor de 189 usuarios de diversos países.

Las pestes y la ‘terapéutica del cañonazo’

El académico invitado e investigador en medicina Juan Valentín Fernández De la Gala dijo desde España, su país natal, que 'las pestes tienen un papel extraordinario, argumental y simbólico' en la literatura de García Márquez. Desde la propia United Fruit Company, 'que podría considerarse como una gran peste de capitalismo feroz', pasando por los pájaros que golpean casas en el cuento Un día después del sábado hasta la misma violencia que 'supone una plaga' letal en el pueblo.

Uno de los eventos más comentados hoy de la narrativa de García Márquez es la peste del insomnio que pone a los personajes de Cien años de soledad en cuarentena. Su vía de propagación es la saliva y el agua, por lo que 'todas las cosas de comer y beber estaban contaminadas por el insomnio', como escribe el Nobel de Literatura de 1982.

En El amor en los tiempos del cólera, el enamoramiento de Fermina Daza con Juvenal Urbino 'fue un encuentro debido al cólera'; como se sospechaba que Fermina tenía la enfermedad, su padre mandó llamar el médico que la visitó y allí surgió el 'flechazo', dice Fernández.

La epidemia del cólera 'fue particularmente fuerte' en 1889 en Cartagena, escenario del libro. El padre de Juvenal la enfrentó mientras su hijo estudiaba en París. Al contagiarse se encierra en un cuarto de hospital y no atiende el llamado de familiares ni de colegas para no infectarlos. Allí escribe una carta de amor de unos 20 pliegos en la que, como escribe García Márquez 'se notaban los progresos del mal por el deterioro de la escritura'.

'Este hecho de un padre muerto en la epidemia del cólera de Cartagena hace pensar en tantos sanitarios que mueren hoy en día dando su vida en los mismos focos de la propagación de la infección', dijo el especialista con una tesis doctoral titulada Médicos y medicina en la obra de Gabriel García Márquez.

Por otra parte, llama la atención las medidas para contrarrestar la propagación del cólera en la ciudad amurallada. En los pueblos se disparan cañonazos para espantarla, pues se pensaba que el olor a pólvora purificaba el aire de los miasmas flotantes. En el libro, Juvenal Urbino 'tuvo que moderar al jefe militar de la plaza, que quería decretar la ley marcial y aplicar de inmediato la terapéutica del cañonazo cada cuarto de hora'. El doctor recomienda al militar economizar la pólvora 'para cuando vengan los liberales'.