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Cada libro contiene en sus páginas la invitación y la ruta de su propia lectura. Manuel Zapata Olivella la consignó en su obra cumbre cuando en una carta introductoria le dijo al lector después de llamarlo su compañero de viaje: 'Sube a bordo de esta novela como uno de los tantos millones de africanos prisioneros en las naos negreras; y siéntete libre aunque te aten las cadenas'.

Así, subyugado, pero con el corazón tamborileando, con Manuel Zapata Olivella el lector se va a viajar, a perderse, a vagabundear —como él solía—. La obra citada es Changó, el gran putas, uno de los tantos libros que escribió entre novelas, crónicas, volúmenes de cuentos, ensayos y artículos que escribía en paralelo a una ingente labor como promotor de proyectos culturales y de procesos reivindicatorios de las poblaciones negras.

Nacido en Lorica, Córdoba, el 17 de marzo de 1920, MZO fue médico, antropólogo, folclorista, investigador, escritor y viajero de los territorios de la diáspora africana. Precisamente en uno de sus viajes, en la Isla Gore (Senegal), donde los africanos eran aprisionados antes de ser trasladados en barcos y vendidos al Nuevo Mundo, pasó una noche en una bóveda oscura y caliente en la que encontró la ‘solución poética’ a la novela que hace 20 años venía trabajando: Changó, el gran putas, una saga de cinco partes (y una bitácora) en la que narra la presencia africana en el continente americano con su panteón de dioses, personajes históricos y territorios mezclados en la geografía y el tiempo.

País triétnico

Como el elegba que invoca en la introducción de su obra, Zapata Olivella fue un 'abridor de caminos'. Esos caminos los enlazó de manera fecunda desde el estudio de la cultura popular. En 1942, como ha dicho el historiador cartagenero Javier Ortiz Cassiani, 'Manuel vivió una especie de epifanía' cuando cursaba medicina y en Bogotá 'los estudiantes de la colonia costeña se tomaron por asalto la carrera séptima con la gracia de porros y fandangos'. A partir de entonces 'no desfalleció en el empeño para que esas, y toda la riqueza de las expresiones culturales populares históricamente negadas, fueran reconocidas por la nación', escribe Cassiani.

También para el profesor Darío Henao Restrepo, decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, Zapata Olivella encontró en lo popular la importancia de las regiones que más recorrió y estudió, en especial el Caribe y el Pacífico colombianos.

'Para él era una cultura de mucho valor para el mundo', explica Henao Restrepo a EL HERALDO. Por eso, con su hermana, la bailarina y folclorista Delia Zapata Olivella, hizo 'un libro precioso, el Manual de danzas folclóricas del Pacífico', además de dirigir durante un tiempo el Ballet de Danzas Folclóricas.

De acuerdo con el docente —y coordinador del Año Nacional Manuel Zapata Olivella declarado por Mincultura—, el médico loriquero subrayó que la relación de ambas regiones viene de lejos con el proceso de esclavización: 'Todos los esclavizados que llegaron al Pacífico entraron por Cartagena a través de los puertos del Caribe', así que propuso prestarle atención a ese vínculo ya que 'Colombia ha sido un país construido de espaldas a sus océanos'.

Otro gran aporte de MZO, destaca el docente, consistió en reivindicar la trietnicidad del país. 'Lo explicó, estudió y recorrió mejor que nadie para demostrarla', comenta. 'Ningún intelectual colombiano ha escrito una obra que se acerque a El hombre colombiano (1974), en el que Manuel muestra el papel de las tres grandes vertientes de la nacionalidad, esto es: la hispánica o española, la cultura indígena, que ya estaba y que fue sojuzgada y acabada, y la africana. Somos producto de ese encuentro violento y duro', dice.

Mientras que otros intelectuales consideraban los procesos de mestizaje como algo 'negativo', 'Manuel sostuvo que ahí está la gran creatividad del pueblo'. El autor de Pasión vagabunda (1949) era de origen negro, indígena e hispano. Su madre, Edelmira Olivella, fue hija de un español con una indígena, y su padre, Antonio María Zapata Vásquez, hijo de esclavos, de ascendencia europea y africana. Edelmira le inculcó 'el respeto por la religiosidad y las creencias populares'; de su padre, un profesor autodidacta, heredó 'la pasión por el conocimiento y la libertad de pensamiento', dice Henao en el prólogo de Changó, recogido en la Colección de Literatura Afrocolombiana del Ministerio de Cultura, 2010.

Legado humanista

Entre 1943 y 1947, Zapata Olivella recorrió Centroamérica y buena parte de Estados Unidos ejerciendo diversos oficios. Dictó conferencias sobre música colombiana en la Biblioteca de las Naciones Unidas de Nueva York y varias instituciones de Canadá. Viajó a África, China y la Unión Soviética. Al tiempo ejercía el periodismo y escribía para revistas y publicaciones colombianas y extranjeras.

En 1943 organizó, junto con Aquiles Escalante y otro grupo de investigadores, el Día Negro para manifestar en Bogotá la presencia africana. Trabó amistad y diálogo con intelectuales como Nelson Mandela, Franz Fanon y Martín Luther King. Fundó la revista Letras Nacionales y la Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas, con la que lideró en agosto de 1977, en Cali, el Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas. Este evento, según el investigador social Moisés Medrano, marcó un hito en las investigaciones sobre la cultura y las personas afrodescendientes.

Medrano dice que en el año en que se cumple un siglo del natalicio de MZO hace falta 'descubrir la presencia de este autor en las palabras y las memorias, pero también en cómo las comunidades están siendo todavía oprimidas, asesinadas, despojadas de las tierras, en la vulneración de los derechos de los estudiantes afrocolombianos al no tener libros que narren la historia de su comunidad'.

Sintetiza la labor de Olivella como la de 'un humanista' involucrado en la transformación social. 'Estamos hablando un actuante, un sentipensante, como diría el sociólogo Olrando Fals Borda', añade.

Lo que faltó

A sus 80 años, Manuel Zapata Olivella se mantenía con su 'vagabundaje' —como decía— por el mundo y territorios de Colombia. Murió en 2004 a los 84 como consecuencia de un cáncer, en Bogotá. La grandeza de la ambición de este escritor, para Henao, que lo conoció en 1978, está en una frase que le dijo en su vejez y le quedó resonando: 'Amigo, me faltó escribir el Changó de los indígenas'.