Uno podría decir que Cien años de soledad es una novela que se elabora a partir de los forasteros que van llegando a Macondo, desde el mismo momento en que a ese espacio virgen y selvático arriban José Arcadio Buendía con otras familias que se constituyen en los fundadores.
A partir de allí, cada vez que aparezca un extraño, Macondo va a sufrir importantes cambios en su vida social, económica y cultural.
Ese es el caso de Pietro Crespi, el músico y comerciante italiano que llega a Macondo para enseñar el manejo y funcionamiento de la pianola recién comprada, además de impartir unas clases de baile a las dos señoritas (Amaranta y Rebeca), cuando Úrsula decide convertir la casa en una especie de ámbito social en que se pueda recibir las visitas, sobre todo de los posibles pretendientes.
Como se sabe, Pietro Crespi va a ser la manzana de la discordia entre Rebeca y Amaranta. El hombre, enamorado de Rebeca, decide instalarse en el pueblo, encendiendo igualmente el amor en Amaranta. También, con Pietro Crespi llegará su hermano Bruno, quien instala un teatro en el pueblo y funda una escuela.
El matrimonio de Rebeca y Pietro Crespi se fue posponiendo debido a una larga cadena de pretextos y contratiempos urdidos en la sombra por la resentida Amaranta, hasta cuando regresa a la casa, con el cuerpo tatuado, José Arcadio, el gigante trotamundos que se había ido con los gitanos. Sin muchos preámbulos, Rebeca se casa con José Arcadio y Pietro cae en una depresión suicida, que lo lleva a proponerle matrimonio a Amaranta.
Esta lo rechaza y el hombre se suicida. 'Pietro Crespi le quitó del regazo la canastilla de bordar y le apretó la mano entre las suyas. —No soporto más esta espera —le dijo—. Nos casamos el mes entrante. Amaranta no tembló al contacto de sus manos de hielo. Retiró la suya, como un animalito escurridizo, y volvió a su labor. —No seas ingenuo, Crespi —sonrió—, ni muerta me casaré contigo'.