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Desconozco y no me interesa saber, las razones del despido abrupto, descortés, y lejos de cualquier principio fundamental del respeto, que relata don Chelo de Castro, en su habitual columna en EL HERALDO.

Había pensado escribir sobre la soberbia actuación de nuestra selección, la del 'Bolillo Gómez', contra la excelsa selección española, o del triunfo que por fin logra Junior contra el Tolima, pero consideré que era justo y necesario, escribir sobre ese despido y la forma como lo hicieron, al insigne escritor, columnista, y hombre de radio, como lo es el maestro Chelo, un ícono representativo de estas tierras, que a su ilustre edad, continua siendo genio y figura en el mundo periodístico.

Resulta paradójico que en estos días, el círculo de periodistas de Bogotá, en su premiación de los mejores, resaltó con el premio a la obra y labor de toda una vida, al periodista Mike Forero Nougues, ilustre comunicador, ya retirado al descanso de los años; aquí en esta tierra de todos y de nadie, una lacónica carta termina en un abrir y cerrar de ojos con veinte años de trabajo.

Que semejante despropósito se lo hagan a cualquier ‘Pedro de los Palotes’, pasa desapercibido, pero que se lo hayan hecho a un hombre del talante del maestro, defensor de nuestras costumbres, de nuestro terruño, exaltando siempre las condiciones y el sentir de esta tierra que hace noventa años lo vio nacer, que sin proponérselo, por esa defensa sistematice de lo nuestro, se convirtió en el hombre más cívico de todos, tal carta a deshoras no tiene justificación.

El maestro es un ejemplo de la vitalidad y longevidad del ser humano, de las ideas brillantes a esa edad cuando la memoria se apaga, reflejada en sus columnas diarias, trazadas y escritas con el más puro de los lenguajes, al mejor de los estilos.

Cuando debiera estar descansando del diario trajinar, continua exprimiéndole a la vida las últimas gotas de su extraordinario existir, una carta de mal gusto, desagradecida, y fuera de tono, venga a ensombrecer el camino, a quien a estas horas, en vez de despidos, debiera estar recibiendo honores. Sé de antemano que usted es enemigo de alabanzas ajenas, pero consideré justo conmigo y con su familia, escribirle esta sentida nota, como una muestra más de mi admiración.

Por José Deyongh Salzedo