No lo vaticinamos en estas columnas, pero sí lo hicimos en nuestro noticiero ‘Desfile deportivo’ (la ‘maricuya’ radial que el próximo 7 de abril cumplirá 59 años consecutivos (1953-2012) y por eso ostenta la condición de decano de los programas deportivos de este país. Los hubo, cómo que no, anteriores a lo nuestro, pero unos y otros fueron ‘tirando la toalla’, incluyendo ‘El Reporter Esso’, claudicación que nos dejó con la decanatura deportiva.
Pero, bueno, ¿qué fue lo que dijimos semanas atrás? Que al Sr. Clopatofsky, flamante y resonante director nacional de Coldeportes lo iban a ‘Portafoliar’, como decía nuestra barra deportiva de la calle Santander, cuyos términos originales y en veces atrevidos con el idioma castellano nos encanta traer a estas columnas.
El hombre resultó un fiasco de marca mayor. Con todo ese tiempo de permanencia en el primer cargo deportivo del país salió con ‘sus patas de banco’, pues tuvo que arrear su banderita con los Juegos Atléticos Nacionales, paralizados o pospuestos para este año, luego que el Estado se metió el rabo entre las piernas y se dejó chantajear de la Fifa, ogro cada vez más agresivo y más usurpador de la cosa futbolera, que sabrá Dios hasta qué punto ha de llegar en sus usurpaciones.
Nadie ha dicho cuanto tuvo que gastar el Estado colombiano para dejar satisfecho a ese Leviatán, por aquello del 'tapen, tapen, tapen' que lanzara hace muchos años el Dr. Laureano Gómez.
Pero hagamos eso a un lado para otro día y volver al caso Clopatofsky o cómo se escriba. Nadie se imaginó jamás en los medios deportivos su designación, ya que nadie lo vio nunca en un estadio. Fue uno de esos nombramientos extravagantes del presidente Uribe, quien se mandaba esos ‘viajes’. Como cuando, metido en el tema diplomático, comenzó a nombrar embajadores, no de carrera, sino a la carrera, que no es lo mismo ni se escribe igual. Y que saliera el sol por Antequera.
La única ciudad colombiana de la cual ningún jefe de Estado ha querido acordarse para designar a uno de sus hijos es Barranquilla, que tiene pergaminos deportivos para dejar a otras ciudades como corregimientos de ocho al cuarto. Y con personeros como Helmut Bellingrodt, que en materia deportiva conoce desde dónde es que le duele un callo, hasta dónde es que ponen las garzas sus huevos.
Hombre culto, con prestigio, con personalidad, que puso al país a sus pies con la primera medalla de plata olímpica, pero con el estigma inconfesado de ser barranquillero, que para quien tenga esa credencial deportiva, como decían los viejos de nuestra amada Barranquilla, 'no hay pase ni para los lobos'.
Así como lo están leyendo...
Palestra deportiva
Por Chelo De Castro