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El deseo de conocer el mundo y de representar a Colombia a nivel internacional fue lo que llevó a Clemente Rojas Morales a practicar el boxeo. Aunque aprendió a pelear desde pequeño, ya que su padre —Martín— era entrenador y tenía un gimnasio en el barrio El Bosque de Barranquilla, su verdadera pasión era el fútbol. De hecho actuaba como centro atacante del club deportivo de Oro, en la cancha del barrio San Isidro.

Lo que tal vez nunca pasó por la mente de Clemente fue convertirse en el primer boxeador nacido en Colombia en conquistar una medalla olímpica, en los Juegos de Múnich 72, donde obtuvo bronce. Lo curioso es que Clemente estuvo a punto de no asistir a estas justas, ya que en una eliminatoria en Cali fue derrotado por Sigifredo Moreno, en una decisión injusta. Lo salvó que el entrenador del equipo colombiano, el cubano Sócrates Cruz, peleó contra todo el país para que fuese Clemente. Y logró su cometido, según el expúgil, porque además de entrenador, Sócrates era una especie de dirigente.

“Sócrates peleó por mí y yo saqué la cara por él”, afirma Clemente, quien hoy reside en Miami. En un principio no creyó en las palabras de su entrenador de que lo llevaría a Múnich. Le pidió el favor de que no lo engañara.

En Múnich, Clemente sostiene que pudo haber alcanzado una medalla de mayor valor que la de bronce. Después de acceder directamente a la segunda ronda, le ganó al canadiense Dale Anderson, luego al búlgaro Kountcho Kountchev (por W.O.) y al español Antonio Rubio (por descalificación).

Varios periodistas en Colombia no le dieron valor a lo conseguido por Clemente ya que se lo atribuían a una alta dosis de suerte por el hecho de haber salido bye en la primera ronda y haber ganado una pelea por W.O. y otra por descalificación.

El combate que le daba la posibilidad de asegurar la medalla de plata, ante el keniano Philip Waruinge lo perdió en un fallo polémico.
“Para mí gané, pero como el vencedor de esta pelea tenía que enfrentarse con un alemán que había terminado todo golpeado, se la dieron al keniano, que también había sido golpeado y cortado por mí, mientras yo estaba en perfectas condiciones. Le levantaron el brazo al keniano y eso originó que sobre el ring cayeran objetos del público. En Alemania a Colombia no la conocían, a mí me preguntaban dónde quedaba eso, de manera que hubiera sido un escándalo que un colombiano ganara una medalla de oro”.

El juez mexicano Marcos Arroyo dio como ganador al colombiano. Almet Cormet, de Turquía, dio empate, y los tres restantes —Iblish Foo, de Malasia; Kwan Soo Han, de Corea y Niang Malik, de Nigeria— votaron a favor del keniano.

MÁS RECUERDOS. Clemente, quien está próximo a cumplir a 60 años (nació el 1 de septiembre de 1952, en Cartagena), recuerda que él era uno de los boxeadores más novatos de la selección. Los otros —afirma— como Bonifacio Ávila, Alfonso Pérez, José Vásquez, Eduardo Barragán y Calixto Pérez, tenían experiencia y varias veces habían representado a sus Departamentos. Inclusive, los dos Pérez y Vásquez habían ganado medalla de plata en los Juegos Panamericanos que se realizaron un año antes en Cali.
Ese grupo viajó con escasa preparación a Múnich. Ni siquiera tenía la implementación ni contaba con una bata decente para subir al cuadrilátero, solo el deseo de representar bien el país y eso le bastó para alcanzar dos medallas de bronce.

“En la historia del deporte colombiano esa ha sido la delegación más hermosa y mejor formada que tuvo Colombia. En pesas también llevó a un muchacho llamado Juan Romero, de Cali, quien se pasó de peso y fue descalificado. Él hubiera podido ser medalla de oro porque era buenísimo”.

De las cosas que más recuerda de su regreso a Barranquilla es la foto que se tomó con Helmut Bellingrodt, en la cual ambos posan con su medalla. “Recuerdo que yo tenía un saco salmón”, refiere en medio de una sonora carcajada.

También se acuerda de las promesas que le hizo Coldeportes y que nunca le cumplieron. “A mi papá le dijeron que le iban a hacer un gimnasio y a mí me prometieron una casa. Todo eso quedó en palabras”.

La medalla de bronce que ganó en Múnich es su máximo tesoro, pero no niega que cada vez que la saca del lugar donde la tiene celosamente guardada, y la contempla, se llena de sentimiento.

“Cuando veo esa medalla me da vaina, me da nostalgia, se me paran los vellos, me dan ganas de llorar, porque yo era un boxeador sin experiencia, un pelao de 19 años. Los peleaos de ahora ya son hombres, en esa época los muchachos todavía éramos de la casa”.

De todas formas celebra que goza de buena salud y esto le permite seguir trabajando por el bienestar de su familia. Su medalla olímpica le da el rótulo de gloria del deporte y el derecho a una pensión, pero no quiso cruzarse de brazos esperando eso. “Tenía que cumplir 50 años y ganar menos de no sé cuánto para darme la pensión y mientras tanto mi familia, ¿de qué se hubiera alimentado? Mi papá, el viejo Rojas luchó con la vida por sacarnos adelante y yo hago lo mismo por mi familia”.

En Miami, donde actualmente vive solo, Clemente se dedica a las labores de mantenimiento de un edificio en el que también reside. También realiza trabajos de pintura cuando se lo solicitan. Como él mismo dice, hace de todo un poco.

Se siente orgulloso de ser parte de una familia que le ha dado a Colombia una medalla olímpica y un título mundial de boxeo, este último con su hermano Sugar Baby Rojas, de quien reconoce estar distanciado. “Yo ando con mi hermano y compadre Idabeth (también boxeador). Es el único que me visita”, afirma.

Pese a todo no duda en afirmar que si volviera a nacer sería nuevamente boxeador. Sueña con regresar pronto a Barranquilla, ciudad a la que no visita desde hace 13 años y le aconseja a los púgiles que representarán a Colombia en los Juegos Olímpicos de Londres que vayan con el propósito de traerse una medalla, que no se conformen con una banderita.

Por Manuel Ortega Ponce
Twitter: @manuelortega3

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