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Este año César Díaz vivió la mejor experiencia de sus 42 de carrera deportiva: Gerard Robbins, presidente del Salón de la Fama del taekwondo, le entregó en persona el título que lo acreditaba como el primer colombiano en ser galardonado por esta entidad.

Maestros de todo el mundo le dieron la mano, algunos inclinaban sus cabezas en señal de respeto a los nueve grados ‘dan’ de su cinturón negro, máximo rango posible en la jerarquía de esta arte marcial.

Para el mundo, Díaz es el padre del taekwondo en Colombia, para Colombia, el taekwondo no tiene padre; cobra vida cada cuatro años en los Juegos Olímpicos de turno y se inmola heroicamente durante las competiciones. Los deportistas, aclamados mientras se desarrolla el evento, pasan rápidamente al olvido unos días después de que estos terminan.

César Díaz es un perfecto desconocido para el país, sin embargo, él fue el principal responsable del nacimiento de la Federación Colombiana de Taekwondo, la cual consolidó en diciembre del año 1978, tras un proceso que dio inicio con la fundación de la liga de taekwondo de Sucre en el 75, primera de su tipo en Colombia. Con ella el maestro, de 71 años ahora, comenzó a formalizar el arte marcial en el país, pues hasta ese momento se limitaba solo a academias.

Sentado solemnemente en una silla de plástico de una humilde casa del barrio Las Nieves, donde vive y además se encuentra ubicada la Asociación Colombiana de Taekwondo Tradicional, en la cual sigue impartiendo sus conocimientos, César explica que en aquel momento básicamente calcó los documentos de otra liga ya existente para poder presentarlos ante las autoridades deportivas de la capital de Sincelejo. 'Era la primera vez que hacía algo como eso, tardé mucho haciendo vueltas y diligenciando papeles'.

¿Por qué, siendo barranquillero, fundó primero una liga de taekwondo en Sucre? La respuesta es simple: porque en Barranquilla no lo dejaron. Con un ojo más abierto que el otro, que le da un aspecto de escepticismo permanente, César sonríe levemente al recordar ese pasaje de su vida y su rostro, curtido por años de entrenamiento y una filosofía basada en la disciplina, se relaja un poco. 'El secretario de Coldeportes Atlántico de aquella época, Helmut Bellingrodt, pensó que todo esto era un enredo'.

Era apenas lógico, para el año en el que César intentaba formalizar la liga de taekwondo no existía algo parecido en todo el territorio nacional, de hecho, para aquel momento el taekwondo era un arte marcial bastante joven, al menos cuando se le compara con otros como el karate de Okinawa, el wushu chino, o su padre espiritual, el taekkyeon, un sistema de combate coreano que data del siglo I antes de Cristo. Este último casi se extingue tras la Segunda Guerra Mundial y la ocupación japonesa.

Lo que conocemos actualmente como taekwondo es una amalgama entre la antigua tradición marcial aprendida por maestros coreanos y los sistemas de combate de Japón, que estos aprendieron mientras estudiaban en ese país, y a la cual dieron forma a mediados de los años 50.

En Colombia el taekwondo fue introducido por cuatro de estos maestros, que llegaron en los años 60, Samy Han, Guan Soo So, Kiong Deuk Lee y Woo Youn Lee, este fue quien entrenó a César Díaz, que tenía 29 años cuando ingresó, por primera vez, a una academia en el año 1969.

El presidente del Salón de la Fama le entrega el reconocimiento por su aporte al desarrollo del taekwondo.

'Taekwondo es la vida, y eso fue lo que vi cuando entré ahí, cada movimiento había que repetirlo montones de veces', mientras habla lanza golpes al aire, los mismos que probablemente eran amonestados por su tutor en una época en la que el único contacto del país con la cultura oriental había sido a través del cine, pues solo existía un canal de televisión y era la señal institucional. 'En la vida fracasas muchas veces antes de lograr algo, eso me lo enseñó el taekwondo'.

Se quedó más por el encanto de la filosofía del arte marcial que por el amor a la pelea, de hecho, el taekwondo es un sistema de combate defensivo, dentro del juramento que hacen sus estudiantes –que implica, textualmente, construir un mundo mejor– un punto importante es jamás hacer mal uso del mismo.

Esto le vino como anillo al dedo, el gran maestro estuvo en el ejército cuando era más joven, era combativo e impulsivo, luego de empezar a entrenarse asegura que nunca volvió a usar sus conocimientos para agredir a otras personas, solo en dos ocasiones que no fueron provocadas por él y, aun así, se le nota incómodo al relatarlas.

Esta doctrina de disciplina y respeto es lo que César considera el mayor beneficio del taekwondo; en un mundo donde la violencia hace parte del pan de cada día, este enseña a no usarla a toda costa. 'El taekwondo es un arte marcial, no un deporte de combate', asegura.

Sin embargo, en ello radica el mayor dilema para el barranquillero. En el año 2010 fundó la Asociación Colombiana de Taekwondo Tradicional porque, a su parecer, la Federación Colombiana se había distanciado de la filosofía de la tradición coreana, centrándose en la parte deportiva del arte marcial, esto con el fin de adaptarla al modelo de los Juegos Olímpicos.

'Creo que tiene que haber un equilibrio entre ambas partes, yo apoyo el deporte, pero simplemente no se puede olvidar todo lo demás'. Algunos de sus alumnos asisten a torneos, no obstante, asegura que ese no es su principal propósito, le gustaría que lo que amó del taekwondo siguiera siendo inculcado a los nuevos deportistas.

Incluso con la limitación de una enfermedad del corazón, que no le deja practicar con la misma soltura que antes, César no duda en seguir poniéndose el dobok (vestimenta con la que se practica el arte marcial) y realizar los movimientos que enseña a sus estudiantes clase tras clase.

Si ningún colombiano verá nunca el relieve que sus manos dejaron impresas en las paredes del Salón de la Fama del taekwondo, al menos espera que sus palabras queden vivas en las mentes de aquellos a quienes enseña. 'Lo importante es saber que esto es un arte para aprender a vivir'.