'Los partidos contra Francia son dramáticos y épicos. Será muy complicado'. Así habló Joachim Löw sobre los cuartos de final que se le vienen encima a Alemania, que a lo largo de la historia se ha enfrentado en muchísimas ocasiones a los galos, tres de ellas en los Mundiales con un choque espectacular que para siempre quedó en la retina del planeta fútbol.
Fue en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán de Sevilla, en el Mundial de España 1982, donde ambas selecciones protagonizaron un choque agónico de semifinales en el que hubo de todo: goles, polémica, tensión, una prórroga cruel y unos penaltis agónicos.
Por un lado estaba la Francia de Michel Platini, Jean Tigana, Dominique Rocheteau y Alain Giresse. Por otro, la gran Alemania de Pierre Littbarski, Felix Magath, Paul Breitner y Karl-Heinz Rummenigge.
Los noventa minutos del partido fueron duros, con ritmo y alternativas. Hubo dos tantos en la primera parte, uno de Alemania, obra de Littbarski, y otro de Francia, marcado por Michel Platini de penalti. Ninguno de los dos contendientes consiguieron volver a mover el marcador hasta la prórroga.
No llegaron más goles hasta que se desató la catarata. Pero, antes de finalizar los noventa minutos, en el 62 concretamente, la tragedia se mascó en Sevilla con una acción desafortunada del portero Harold Schumacher.
Patrick Battiston, que acababa de saltar al campo, recibió un pase de Platini. Se quedó sólo delante del guardameta germano y, con el balón botando, intentó una vaselina cuando Schumacher pasó como un tren de mercancías por delante del jugador francés, a quien golpeó con la cadera en la cabeza en una acción que parecía premeditada aunque él luego lo negó.
Battiston se quedó en el suelo inconsciente e inmóvil ante la desesperación de sus compañeros.
El balón no entró en la portería y el árbitro no pito penalti. Schumacher, mientras los médicos franceses atendían al jugador, se dedicó a juguetear con la pelota alejado de la escena. Battiston abandonó el campo en camilla con dos dientes y una vértebra rotos y una conmoción cerebral.
Aquella acción marcó la prórroga. Francia se lanzó por el partido y marcaron Tresor y Giresse. 3-1 para los franceses y todo decidido. Sin embargo, Rummenigge y Fischer dieron en la diana y el choque se decidió en los penaltis.
En ellos, Uli Stielike falló. Didier Six pudo acabar con todo el sufrimiento francés, pero erró la pena máxima que podía haber dado la victoria a su equipo. Más bien la paró Schumacher, que después volvería a detener otro, esta vez a Maxime Bossis. Francia murió en la orilla.