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Lo primero que uno nota en el ambiente de la capital de España horas antes de un partido entre el Real Madrid y el Barcelona es que el encuentro se le ha salido de las manos a los ibéricos y se ha convertido en una disputa de escala mundial. Mientras la línea 10 del metro de Madrid recorre el último tramo desde la estación de Nuevos Ministerios hacia el Santiago Bernabéu, frases en alemán, francés, inglés y –por supuesto- español se mezclan en el aire de forma ininteligible.

Entre las conversaciones se escapan algunas palabras reconocibles en cualquier idioma: Ronaldo, Neymar, Messi, Kroos y, aun tímidamente, James; el cucuteño que con su nombre le ha reservado un puesto a Colombia entre los más de 85 mil asistentes que acudieron al Santiago Bernabéu para vivir el clásico. Cuando el tren anuncia su llegada a la parada del mítico estadio, y cientos de almas empiezan a descender de las cabinas, varias camisetas amarillas se deslizan entre la multitud.

Ya ante las puertas de la casa madridista no hay que esforzarse mucho para encontrar el amarillo azul y rojo; ondeando al viento se divisa desde lejos la bandera de Colombia en un puesto de venta de camisas, bufandas y otros artículos varios, tanto merengues como culés. La escena se repite alrededor de todo el estadio, todo por un solo hombre. (Ver galería Jamesmanía en Madrid)

José Miguel Amín viajó desde Barranquilla junto a dos amigos para ver el partido entre los mejores equipos del mundo, pero, quizá con igual importancia, para ver el primer clásico de James Rodríguez con el Real Madrid desde su llegada en julio al conjunto merengue. 'Ya se ha aclimatado y ya ha cogido el ritmo del equipo, ha demostrado que es un jugador de talla mundial', asegura. De igual opinión son Luis José Lozano y su hijo Daniel Lozano, sincelejanos: 'Se está adaptando al fútbol del Madrid, pero poco a poco lo hace mejor'.

Aunque los pronósticos positivos parecieron truncarse con el primer gol que Neymar supo encajarle a Casillas, las cosas empezaron a tomar forma pronto; incluso antes del gol de penalti de Cristiano Ronaldo, los madridistas olían el triunfo.

En una cervecería de la calle Pensamiento –a unos 15 minutos del estadio- varios madrileños hablan entre cerveza y cerveza, alabando el trabajo del joven colombiano 'cómo corre ese chaval', se escucha al vuelo. Dentro de ‘La papita criolla’, un restaurante colombiano de la zona, Byron Cano espera el desenlace del partido que, con asistencia de James incluida, ya parece decidido: 'es un orgullo para uno ver a otro colombiano jugando un partido tan importante'.

Cuando suena el pitido final los españoles aplauden y vitorean, el clásico ha terminado; sin embargo, junto a ellos también hay colombianos que celebran el triunfo como propio, la fiesta merengue ahora también es tricolor.