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Recordado por su gran remate de pierna izquierda y su facilidad para definir, Cristian Montecinos entró a la historia del Junior luego de ser protagonista en la obtención de la cuarta estrella del equipo rojiblanco, en 1995.

El exdelantero chileno, de 43 años, habló con EL HERALDO y recordó su paso por el cuadro barranquillero. Hoy tiene una empresa constructora y lo único que lo liga al fútbol es su hijo Joaquín, de 19 años, que juega como volante en La Serena.

¿Qué hay de la vida de Cristian Montecinos?

Hoy tengo mi empresa constructora (de casas), estoy trabajando en el sur de Chile. Vivo en una de las zonas más lindas de mi país que se llama Pucón. Es un lugar donde hay muchos lagos y cordilleras, de mucho turismo. Vivo bien, junto a mi familia, tranquilo, disfrutando de todo lo que me rodea y, obviamente, de mi trabajo.

¿Solo se dedicó a eso después del retiro?

No, para nada. He tenido varios negocios propios. Tuve un restaurante (La Cocina del duende), una distribuidora de baterías de autos y una inmobiliaria de alquiler de apartamentos. Me fue bien en cada proyecto, pero ahora estoy metido de lleno con la constructora.

Metiéndonos en su pasado rojiblanco, ¿qué recuerda de su paso por el Junior de Barranquilla?

Fue uno de los pasos más lindos que di en mi carrera. La pasé espectacular. Conocí un montón de amigos, gané un título y disfruté del fútbol al lado de grandes jugadores.

¿Cuál es la anécdota que más recuerda de su estadía en el equipo tiburón?

 La única que tengo así importante fue el día que discutí con el Pibe en la cancha de Tuluá. La discusión fue por un par de pelotas que yo no emboqué. Erré los goles y el Pibe me empezó a ‘cargar’. Llegó el momento en el que yo le pedí a Julio Comesaña que me cambiara mejor y al final el técnico no me cambió y me salí solo, dejando al equipo con 10 hombres (risas).

 ¿Siente que su paso por el Junior le dio un mayor reconocimiento?

 Mi paso por Junior partió en dos mi carrera. Allá fue donde me di a conocer. Igual yo venía con algo de reconocimiento, pero no era grande. En Junior fue en donde me di a conocer. Allá tuve que adaptarme al clima y al sistema, me convertí en una persona capaz de poder generar mi propio juego y eso me sirvió para poder aumentar mi producción goleadora.

Usted tuvo la oportunidad de jugar con el Pibe Valderrama, considerado el jugador más grande en la historia del fútbol colombiano. ¿Cómo lo define?

El Pibe era un tipazo, una persona espectacular. Me sorprendió desde el primer minuto, no solo por su juego, sino por su profesionalismo, por la forma como se entrenaba. Es un grande, una persona que ha llegado a donde ha llegado por su perseverancia, por su don de gente, que es lo que más rescato. La verdad es que en ese Junior teníamos un plantel muy unido, con mucha afinidad. Quizás en la cancha había grupos, lógicamente, y la gente de repente decía que por qué a mí no me la tocaban tanto y se la daban siempre a Valenciano, pero en el fondo yo sabía que era porque Iván René, aparte de ser un tremendo goleador, había crecido con ellos, en cambio yo venía del extranjero y tenía que adaptarme al sistema.

¿En algún momento pensó en abandonar el equipo por esa pequeña ‘rosca’ que había en el campo?

Nooo, para nada, no era para tanto. Yo también salí como uno de los goleadores del campeonato. Simplemente era que había partidos donde se creaban oportunidades para que yo tuviera más contacto con la pelota y los compañeros se la daban a Valenciano, porque le tenían más confianza. La verdad era que Iván no fallaba (risas).

 ¿Por qué sale de Junior y por qué nunca volvió?

Te confieso que la embarré al salir del Junior. Es la única decisión en el fútbol de la cual siempre me he arrepentido. Julio Comesaña se fue al Tolima y por querer seguirlo, porque en el fondo estaba muy agradecido con él, me fui para Ibagué. Nos fue muy mal, se hizo un equipo como para ganar todo, al final no se ganó nada. Julio se fue a los tres meses, yo solo duré seis. En fin, todo salió mal. Ese fue el arrepentimiento más grande que tuve, el de no poder seguir en Junior. Y después me fui a jugar a México, Emiratos Árabes y Qatar. Ya era difícil regresar por un tema económico.

Una de las cosas que más críticas genera por parte de la afición rojiblanca es la cantidad de extranjeros que llegan a Junior y no rinden. ¿Qué debe poner un extranjero para dar la talla en un equipo como Junior?

Lo primero, talento. Luego adaptarse al ambiente, al sistema, a la ciudad. Barranquilla es distinta a todas las ciudades que yo vi en Colombia. Allá tienen que convivir con muchas cosas que son atrayentes y que deben dejarlas a un lado. Tú sabes cómo es la rumba y todo lo que rodea a Barranquilla. Por otro lado, debe adaptarse al clima y saber manejar la presión de la hinchada porque es una plaza muy exigente.

¿Qué opina de la llegada de un referente como Alexis Mendoza a la dirección técnica de Junior?

Yo creo que tanto Mendoza como Carlos Araújo, su asistente técnico, son personas que tienen sentido de pertenencia por una institución que les dio todo en sus etapas como jugadores. Son gente de la casa, gente que se la va a jugar ciegamente por el club. Es la mejor decisión que han podido tomar los dirigentes del equipo rojiblanco.

¿Qué es lo que más rescata de su carrera y cuál es la principal deuda?

 Lo que más me gustó fue que conseguí logros en los distintos países donde fui. Llegar a jugar con la Selección de mi país también fue algo importante. Y lo malo, que me hubiese gustado jugar en Europa. No lo conseguí por un tema de momento, porque sí tuve posibilidades. Eso fue lo único negativo de mi carrera.

'Mi hijo nació en Barranquilla y me gustaría que jugara en Junior'

¿Se desligó por completo del fútbol?

Sí, totalmente desligado. Hoy lo único que me une al fútbol es mi hijo, que juega en el plantel profesional de La Serena y que hace poco fue convocado a la Selección sub-20 de Chile. De resto, estoy fuera (risas).

¿Y por qué tomó esa decisión?

 Yo pude seguir fácilmente el camino para ser entrenador de fútbol, pero no quise. Este es un deporte que te causa cosas buenas, pero también cosas malas… Una de ellas es la falta de tiempo para ver crecer a tus hijos, para compartir con tus familiares. Esto come mucho tiempo y esa fue la principal causa para cambiar de aires. Me aburrí de las concentraciones y de los viajes. Ahora tengo mis empresas, no tengo problemas económicos, estoy super feliz y prefiero ver y disfrutar el fútbol desde afuera.

¿Cuéntenos más de su hijo futbolista?

Mi hijo fue el mayor recuerdo que me dejó Barranquilla. Él nació allá y por eso me siento muy ligado a esa linda ciudad. Hoy tiene 19 años y es futbolista. Me encantaría que en algún momento de su carrera pueda llegar al Junior, al equipo de la ciudad que lo vio nacer.

Viéndolo con ojos de futbolista, no como padre, ¿qué tal juega Joaquín?

(Risas) Juega bien, pero no tiene nada que ver conmigo porque yo fui delantero y él es volante de recuperación. Pero tiene talento, por algo fue llamado a la Selección sub-20. Está haciendo las cosas bien y eso me llena de orgullo. Ojalá su carrera esté llena de éxitos.

Por último, ¿dónde vivió usted el terremoto que sacudió a su país en el 2010?

 Lo viví en Concepción, que fue la ciudad donde se originó el terremoto. Fue una experiencia difícil, muy dura. El ambiente que quedó después del terremoto fue de desolación… Pero bueno, la vida sigue, ahora se recompuso todo y la ciudad está muy linda. A raíz de ese terremoto yo me vine a vivir al sur de Chile, en la zona más austral.