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Con Rafael Santos Borré se cumple a la perfección un principio por el cual nos hemos guiado para realizar nuestro trabajo: 'El talento no sólo se descubre sino que se construye'.

Había que verlo cómo llegó al Deportivo Cali cuando fue invitado a una pasantía por el profesor Carlos Julián Burbano, director de las divisiones menores de ese entonces: flaquito, liviano y cabezoncito, en esos veinte días, a punta de movimientos, calidad técnica y voluntad, se ganó la posibilidad de quedarse enseguida en el club, pese a la opinión escéptica de algunos entrenadores.

Ahora que lo vemos con esa fineza para definir o devolver una pared, con esa plasticidad de patinador sobre el hielo para ejecutar los giros y escabullirse, no podemos ocultar nuestro orgullo por todo lo que ha mejorado en esos años de formación.

Santos Borré es incesante como el mar de leva: entra, sale, hace diagonales, aturde y cansa a los defensas y casi siempre se encuentra perfilado para recibir. No está, pero de repente aparece, sorpresivo, con la certeza y voracidad de un escualo. Su mayor cualidad es que no teme a equivocarse: acaba de hacer o errar un gol, pero segundos después vuelve a intentarlo, una y otra vez. Antes, algunos le decían ‘Garantía Borré’. Ahora le dicen ‘La Máquina’.

Valledupar: edénico lugar

Ismael Borré Aguilera, licenciado en matemáticas, se fue a vivir a Valledupar con su nueva compañera Ana Madera, tras su separación con Deysi Maury, pero se llevó consigo a sus dos hijos. De inmediato fue en busca del profesor ‘Chiche’ Maestre para presentarle a su hijo de cinco años, un monito pecoso e inquieto, cuyo único juguete en su vida ha sido un balón. 'Era muy alegre para jugar, tenía destreza, resistía golpes, no le tenía miedo a la tierra y siempre hacía goles', comenta el veterano entrenador del colegio Loperena.

A los ocho años, Rafa era campeón mundial de quebrar vidrios en su barrio Alfonso López, tanto así que su papá, tolerante que es por su condición de educador (cosa que le critican sus amigos y familiares: 'Carajo, ¡estás malcriando a esos pelaos!') compraba vidrios por docenas para que los vecinos encontraran de inmediato la solución a esos desastres.

Daniela, su hermana dos años menor que él, lo acompañaba a todos los partidos y recuerda con gracia que los profesores ‘Chiche’ y José Rodríguez ponían a calentar a los pelaos mandándolos a recoger trotando las piedras de la cancha Panamá, tal era las condiciones en las que jugaban. Pero igual así, el monito se destacaba con goles; el profe lo retaba, lo dejaba en la banca y él cogía rabia, y luego, para fustigarlo, le decía: 'Bueno, vamos a ver si eres capaz de hacer un golcito, vaya y solucione'.

Ana Madera, su madrastra, que no merecería llevar ese horrible apelativo porque en realidad lo ha querido tanto como una madre, cosa que la propia Deysi reconoce, estuvo atenta a su desarrollo integral, a sus travesuras, a educarlo para la vida, como ella dice, con firmeza y energía, pero sin dejar de consentirlo, como cuando lo ponía a lavar sus propios uniformes de entreno y partidos, para que fuera aprendiendo a defenderse solo. 'Muy lindo era verlo hacer oficios', cuenta.

Barranquilla, procera e inmortal

En vacaciones Rafael Santos (ya es un lugar común decir que le pusieron ese nombre por la canción de Diomedes) se venía para donde su mamá Deysi y su abuelita Tiburcia (Q.E.P.D) en el barrio Santodomingo de Guzmán. Allí, con su gallada y los convites de Pipo y Coco y, especialmente, las complicidades y ocurrencias del tío Nene, un buen día lo invitaron a un entrenamiento del club Neogranadinos en la propia cancha del barrio y fue visto por Henry Peralta y Federico Chams. Le pidieron que fichara para ese equipo y Federico tuvo que llevárselo para su casa, con todos los conflictos que implica meter un nuevo miembro en la familia así de la noche a la mañana.

Henry Peralta me insistía en que habían encontrado un talento y que fuera a verlo. Como sé que Henry es exagerado, me demoré para ir. Pero una tarde llegué a la cancha del barrio Nueva Granada y descubrí magias y sensaciones que me motivaron a apostar por ese proyecto.

Durante dos temporadas fue el máximo goleador de la Liga del Atlántico en su categoría, haciendo goles sorprendentes. César Picalúa, Rolando Campbell, Heiner Blanco y el propio Peralta se encargaron de mejorarlo como futbolista. Yo, en tanto, conversaba con él y veía su ambición, su disposición para aprender continuamente, su capacidad para potenciar sus finezas técnicas. Su papá se lo decía en términos precisos: 'Mijo, te estamos educando para que tomes decisiones, no para que sigas instrucciones'. Por eso tiene siempre algo que decir, algo que agregar, algo para mejorar, porque no traga entero.

En octubre de 2010, Carlos Julián Burbano vino a Barranquilla a ver la final Prejuvenil y decidió invitar a Cali a cuatro jugadores de la Selección Atlántico de la categoría 94. Como no hay quinto malo, también se llevó a Rafael Borré, que es 95, a una pasantía por unos días y al final, años después, los otros jugadores fueron devueltos y sólo quedó el agregado cultural de aquel momento. Borré vendría dos veces a representar a la selección Atlántico en dos finales juveniles, incluyendo los juegos nacionales, pero no tuvo un buen desempeño.

Cali: oiga, mire y vea

Paciencia, aprendizaje y más paciencia fueron sus armas. No fue fácil porque un jugador de otra región en Cali tiene que ganar por goleada. Por fortuna este muchacho se gestiona bien, se hace querer. El primer año ni siquiera jugó torneo Nacional, sólo la Liga del Valle, pero logró ser uno de los goleadores del Torneo de la Américas. Impensable, porque jugaba muy poco, entraba por ratos y sin embargo sus goles lo destacaban.

Su proceso no siempre estuvo claro: hubo dudas; siempre las hay. Algunos directivos de divisiones menores lo defendían; algunos entrenadores no creían en él, otros sí. Y le enseñaron, le hablaron, lo potenciaron. De eso se trata: Es una suerte de adivinación, nadie sabe en realidad qué es lo que va a pasar con un talento así. Sería presuntuoso venir a sacar pecho ahora.

Alguna vez fue invitado a entrenar con el equipo profesional y Leonel Álvarez quedó impresionado con él. Lo puso a debutar un par de meses después contra el Medellín en el Atanasio. En ese preciso momento se estaba jugando un Torneo juvenil en Cali y Borré, pese a estar inscrito, no jugaba porque estaba con el equipo profesional. Pero el sábado en la mañana, Leonel le dijo que no lo iba a tener en cuenta para el partido de la noche, y entonces él pidió que lo dejaran jugar la semifinal del Torneo de las Américas.

Increíblemente no fue alineado. Pasé por la banca técnica y lo saludé: 'Ajá, Rafa ¿y qué?'. Entonces me dijo esta joya: 'Aquí, ‘Agu’, esperando la oportunidad'. Lo curioso del caso es que lo vi tranquilo, relajado, con una cara gozosa como si estuviera esperando plata de un cajero automático.

Luego lo metieron empezando el segundo tiempo (iban perdiendo 1-0) y a los 20 segundos ya había empatado el partido y a los 10 minutos aumentó la cuenta con un soberbio gol de cabeza. ¡Caramba!, ese día me convenció. 'Huy, este man se las trae', pensé. El resto de la historia se encuentra en google, como dice mi profesor de literatura.

Mateo, su hermanito de 8 años, que es la suma de un volcán en erupción con un tsunami, dice que quiere mucho a Rafa y que desea encontrase con él para reclamarle porque todavía le debe mil pesos. Cuando uno se queja porque este chico nunca se queda quieto, el papá Ismael, con una actitud de bacán de barrio, cuenta con estoicismo que 'Rafa era peor, imagínese profe'.

Este señor es un relax completo: 'Mi hijo es un bendecido', agrega. 'Ha tenido dos mamás. En la familia tenemos una gran relación entre todos y queremos mucho a Rafa. Sus mamás Deysi y Ana y todos en la casa vamos en un solo grupo a verlo jugar o esperamos el partido por televisión'.

Lo único que le preocupa es que si alguna vez le toca mudarse para Europa, extrañaría esas partidas de dominó que juega los domingos con sus amigos en la tienda de la esquina, en mocho y camiseta, y con un refrescante y espumoso juguito de cebada debajito de la mesa.