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Nadie está exento a los problemas. Caerse hace parte del camino de la vida, pero el éxito radica en saber cómo levantarse. Para eso, muchas veces necesitamos de alguien que nos tienda la mano cuando realmente hemos tocado fondo. Este es el caso de la fundación proyecto social Centro Médico Cognitivo e Investigación (CMC), que a través de su programa de Jiu-Jitsu brasileño ha orientado a jóvenes inmersos en conflictos sociales de diversa índole (drogas, depresión, intento de suicidio, etc), a encontrar la forma de defenderse de una dura realidad para convertirse en personas útiles a la sociedad.

Andrés Rosado, fundador del proyecto, es un médico barranquillero de 36 años con especialidad en psiquiatría, estudios de personalidad y neurodesarrollo de bebés. Desde joven practicó artes marciales (Kempo chino y Jiu-Jitsu). En un viaje a Brasil, Rosado conoció el proyecto Luchando por el bien de Cicero Costa, campeón brasileño reconocido de Jiu Jitsu que trabaja con los chicos de las favelas de Río de Janeiro, demostrando que enseñar algo que parece violento no los altera sino que los calma.

El Jiu Jitsu es un arte marcial que promueve el concepto de que un individuo pequeño y ligero puede defenderse exitosamente de un oponente más grande y fuerte mediante el uso eficaz de la técnica, llevando el enfrentamiento al suelo y aplicando sumisiones para someterle. No se puede golpear, jalar pelo, dedos en los ojos, respetar la clase y a los compañeros.

El Centro Médico Cognitivo e Investigación, es un proyecto hospitalario de clínica que lleva seis años en Barranquilla. A los cuatro años, con la apertura del área de hospitalización infanto-juvenil buscamos diferentes técnicas y posibilidades por fuera de la medicina tradicional que hacemos en psiquiatría (terapias de grupo, de familia, etc). Hace un año nació el proyecto Jiu-Jitsu para encontrar algún programa deportivo para los jóvenes, pero enfocando un objetivo a corto y largo plazo.

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'Al principio fui criticado y todos los veían como una manera de enseñar algo violento, que los enfermeros iban a salir ahorcados y cada cinco minutos la Policía estaría aquí. La experiencia ha sido gratificante, y claro que hemos tenido dificultades porque hay un entorno que es difícil de cambiar, pero no ha sido un área muy grande de conflicto sino por el contrario, les ha servido para prepararse a ser personas útiles a la comunidad', destaca Andrés. 'Los papás no le tenía fe al programa, pero hemos tenido respuestas positivas de su parte porque nunca han utilizado lo que saben para atacar a nadie sino por el contrario, han aprendido respeto y mejores tratos', agrega.

Para cumplir su anhelo de crear el programa de Jiu-Jitsu, Andrés convenció a Frederick Cano, compañero suyo del Team Caveira de Jiu-Jitsu brasileño, un experimentando tekondista y jitjusero (como ellos mismo se hacen llamar), quien al conocer la idea no dudó un segundo en involucrarse para colaborar como el profesor de este arte marcial.

'Aquí no viene a golpearse o lastimarse, es un proceso de enseñanza. Como en cualquier clase existen rivalidades entre los niños, cierto desorden que es normal pero para eso es el Jiu-Jitsu, para controlar ese tipo de comportamiento y desgastarles la ansiedad y aprendan coordinación, motricidad y respeto para todos y sobre todo hacia ellos mismos', asegura este barranquillero de 25 años, quien a la vez es un profesional de diseño gráfico.

'Los más gratificante es que hayamos ido a torneos y los muchachos mostraran un cambio en su actitud y se den cuenta del ambiente que se vive, para que ellos se den cuenta que hay otra forma de vida y que son guerreros de la vida, donde se dieron cuenta que la familia del jiu-jitsu son personas normales, muy sociables y que te acogen y donde llegas te sientes querido y respetado', acota.

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Historias de vida

Son 37 muchachos (hombres y mujeres) los que atiende CMC, todos menores de edad. El ambiente que respira apenas se entra al lugar es de calma. Los jóvenes son muy respetuosos, bromean entre ellos y disfrutan las actividades como cualquier otro chico de su edad.

De tras de cada uno hay una historia de vida fuerte. Como la de Elian Martínez, quien a los 13 años empezó a consumir drogas (marihuana, perico y otras sustancias) a raíz de problemas en su casa, donde se sentía solo porque nadie le prestaba atención, pero hoy se siente rodeado por el amor de la familia del Jiu-Jitsu.

'Con el Jiu-jitsu me siento tranquilo porque siento que estoy haciendo algo por mí y me apartó de las drogas y me siento superbién. Esto me ha ayudado a tener nuevas metas y ser una nueva persona porque entiendo que tengo un futuro y puedo programarme para enfrentarlo. El Jiu-Jiutsu que se ha convertido en parte de mi vida', destacó este joven de 16 años del barrio Villa Lozano, quien nació hace 16 años en Bogotá, donde tuvo un proceso con el bienestar familiar y hace dos meses ingresó al programa CMC.

A Everling Cassiani, una adolecente caraqueña de 17 años criada en Barranquilla en el barrio La Pradera desde los 3 años, le cambió la existencia hace tres meses cuando llevada por una depresión intentó acabar con su vida, y hoy gracias a través del proyecto CMC de Jiu-Jitsu encontró un nuevo enfoque para seguir adelante. 'Esto es algo que me distrae la mente y es un deporte que me mantiene saludable. Los que vienen con la mente dañada se superan con este deporte y logran salir adelante. Aquí me he podido superar y ya no pienso en hacerme daño. Ya no me doy mala viuda con nada', asevera.

La Fundación proyecto social CMC participó el año pasado en diferentes torneos locales y dos por fuera de ella (Bucaramanga y Bogotá) obteniendo medallas de primeros y segundos lugares entre combatientes de alto rendimiento. Su idea es que con el Jiu-Jitsu los muchachos más adelante puedan acceder a becas por el deporte en el Sena por medio de la secretaría de educación o en otros campos universitarios.