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Se va un capo de verdad, un patrón y ejemplo de varias generaciones. Mario Yepes cuelga los guayos y nos deja esos planchazos certeros cuando parecía que el delantero rival se fugaba, el respeto que imponía en ambas áreas en las pelotas aéreas, sus gritos de jefe incontestable, su delirio de guardaespaldas para defender a sus compañeros habilidosos y ese liderazgo innato que es tan difícil de lograr.

Todavía no lo han podido reemplazar en la Selección Colombia. De pronto se puede conseguir un defensa central seguro, pero sin su liderazgo, uno con liderazgo, pero sin su calidad. Jugadores como Mario Alberto Yepes Díaz, con condiciones técnicas, carácter, voz de mando y disciplina no se consiguen a la vuelta de la esquina.

Por algo duró más de 20 años jugando fútbol, dando lidia, peleando luchando. Si algo le caracterizaba a ese caudillo, que completó la ‘bobadita’ de 765 partidos profesionales (102 en la Selección Colombia y 663 en clubes) fue su perseverancia, su espíritu incansable. Jamás se rindió en la cancha y en la búsqueda de sus objetivos. Insistió e insistió hasta que alcanzó ir a un Mundial de Fútbol, Brasil-2014.

Después de fracasar en tres intentos (Japón y Corea-2002, Alemania-2006 y Sudáfrica-2010), por fin pudo asistir a la cita mundialista en el país de la samba.

Valió la pena la espera

El capitán de ese glorioso combinado que alcanzó los cuartos de final, no decepcionó.

Había dudas por los 38 años de edad que tenía a cuestas cuando sonó el silbato en territorio brasileño, pero Yepes, con su eterna garra y poder de mando, se encargó de despejarlas.

Sudó la camiseta amarilla y dejó todo en la cancha, como siempre. Se va Súper Mario, uno de los mejores zagueros en la historia del balompié nacional, un futbolista ejemplar dentro y fuera de la cancha. Deja su estela de estrella, su huella imborrable de líder.