La Media Maratón, que se corrió ayer por primera vez en Barranquilla, fue un ‘viaje’ por la vieja ciudad, la tradicional, llena de cultura y alegría. Tuve la oportunidad de correrla en la categoría 10K, trotando por varios de los rincones más emblemáticos de ‘La Arenosa’: el sector de La Loma (donde hoy inicia lo que conocemos como ‘Avenida del Río’), el Paseo Bolívar, el Centro, Barrio Abajo, El Prado y la Plaza de San Nicolás, entre otros.
Fue un recorrido ameno, no solo por el buen clima que adornó el comienzo del día, sino no por el ambiente alegre, cultural y musical que engalanó uno de los eventos más importantes y concurridos que ha tenido la capital del Atlántico en lo que va de 2016.
La carrera empezó puntual, a las 6 a.m., como estaba anunciado, algo no acostumbrado en esta ciudad, lo cual obligó a muchos competidores a salir después de la sirena. 'Hoy vengo tarde y, como nunca, un evento en Barranquilla arranca a tiempo', gritó una joven que aceleraba el paso, tratando de engancharse al ‘pelotón’.
Los primeros en salir fueron los inscritos en las categorías 21K y 10K (15 minutos después salieron los de la 5K). La Avenida del Río fue el punto de partida y en la primera estación todos los participantes nos encontramos con unas cumbiamberas que bailaban alegremente al son de la gaita y el tambor.
A esa hora apenas comenzaba a asomarse tímidamente el sol, ese que se confabuló conmigo y con cada uno de los corredores, ya que demoró en brillar con su resplandor habitual.
El Centro fue el siguiente tramo del trayecto. Ahí una papayera amenizó el paso de los competidores que circulaban rápidamente, aún con el combustible a full, ante la mirada de los curiosos, que a esa hora se asomaban en las puertas y ventanas de madera de las antiguas casas del centro, lanzando el acostumbrado grito de apoyo: '¡Vamos! ¡Vamos! ¡Sí se puede!'. Otros, por el contrario, hicieron gala de la ‘mamadera de gallo’ habitual del costeño, animando a su estilo. 'Pilas, loco, aprieta que te faltan como dos horas', gritó un muchacho, que a esa hora comenzaba a armar su puesto de trabajo.
Pero la alegría y el sabor del barranquillero se sintieron en pleno en el tercer tramo del trayecto, bajando por la zona donde está ubicada la Universidad Simón Bolívar. El Carnaval hizo presencia en la Media Maratón, en una calle de honor, donde los garabatos y las marimondas contagiaron a más de un competidor que, sin escrúpulo, paró por un momento el trote para dejarse llevar por el Mapalé y el baile ‘arrebatao’.
Ahí, en ese punto de la competencia, ya se habían completado cinco kilómetros. Las energías comenzaban a reducirse considerablemente, por lo que decidí ‘bajarle un cambio’ al trote para ir tomando un nuevo aire y poder rematar de la mejor manera el largo recorrido.
En el tramo final, nuevamente por el Paseo Bolívar, cuando todavía seguía tomándome ese segundo aire que ya parecía eterno, sentí dos ráfagas a los lados. Eran los dos kenianos que lideraban la 21K —Bisluke Kipkorir y David Kipotrich—, quienes, corriendo en tranco largo, me sobrepasaron con total facilidad. Parecían que estuvieran como nuevos, sin desgaste, muertos de la risa y con ganas de volver a hacer el recorrido si les daba la gana.
'¡Pilas que son rateros!', gritó un curioso al ver a los africanos. La ocurrencia generó la risa colectiva de los competidores de la 10K que a esa hora atravesaban ese sector del centro histórico.
Y así fue terminando una carrera animada, alegre, que homenajeó a la Barranquilla de antes y a la de hoy, con tramos llenos de cultura y música, donde cada uno de los participantes gozó, además de cumplir con el reto asignado. En lo personal, ya corrí mis primeros 10K y espero, algún día, lograr los 21.