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Fidel Castro también dejó su huella en el deporte. El líder de la revolución cubana, que falleció ayer a los 90 años de edad, ayudó a fomentar y consolidar una cultura deportiva en la isla que se proyectó con indiscutible éxito al resto del mundo, aunque reprimió las aspiraciones de muchos talentos que deseaban trascender al más alto nivel profesional.

El comandante les dio alas a los deportistas y de cierta manera se las cortó. Desde su llegada al poder en 1959, Castro, con la ayuda de la desaparecida Unión Soviética, comenzó un proceso que convirtió al país caribeño en una potencia deportiva capaz de ganar unos Juegos Panamericanos por encima de Estados Unidos, como lo hizo en La Habana-1991 (con 265 medallas, 140 de oro, 62 de plata y 63 de bronce) y ocupar el quinto lugar en unos Juegos Olímpicos, como lo hizo en Barcelona-1992 (con un total de 31 medallas, 14 de oro, 6 de plata y 11 de bronce).

El cambio fue notable. A la aptitud natural y espontanea que brotaba de los nacidos en el terruño caribeño para la actividad física, especialmente para el boxeo y el béisbol, los deportes insignia, se le agregó una estructura organizativa, capacitación y respaldo que se vio claramente reflejado en los resultados.

A través de las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) y los Juegos Nacionales Escolares se sembró una semilla que comenzó a germinar no solo en el deporte de las narices chatas y en la pelota caliente, también en judo, ciclismo, atletismo, esgrima y voleibol, entre otras disciplinas.

Los atletas Alberto Juantorena, Javier Sotomayor e Iván Pedroso, los boxeadores Teófilo Stevenson y Félix Savón, el beisbolista Pedro Luis Lazo y el luchador Mijaín López, entre otros, dieron de qué hablar y elevaron la bandera cubana en lo más alto.

Todo eso fue una política de estado y una de las mejores propagandas para su mandato. '¿Por qué el pueblo no se interesaba por el deporte y por la educación física? Las razones de esa ausencia de interés serían las mismas que si se preguntara por qué había en nuestro país más de un millón de personas que no sabían leer ni escribir: sencillamente porque el pueblo no contaba con medios para practicar la educación física ni el deporte, porque el pueblo no contaba con instructores y, fundamentalmente, porque el pueblo no contaba con las condiciones necesarias para practicar la educación física y el deporte. La educación física y el deporte era una actividad que había quedado relegada a la minoría privilegiada de nuestro país; la educación física y el deporte, como la educación, como la oportunidad de adquirir una profesión universitaria o técnica, como la oportunidad de vivir bajo un techo decoroso, como la oportunidad de disfrutar de un estándar de vida decente, era privilegio de minorías en nuestro país. Sin revolución no se habría podido soñar siquiera con empezar a desarrollar en nuestra patria un gran movimiento deportivo', expresó Castro en un discurso de clausura de una plenaria nacional, el 19 de noviembre de 1961.