Miguel Ángel Marriaga reúne los atributos deportivos y personales dentro y fuera del ensogado como para convertirse en un campeón mundial de boxeo ejemplar para la región que representa.
El arjonero es amigo del gimnasio, sabe qué debe comer durante la etapa de preparación, tiene hambre de gloria, tiene corazón de guerrero y lo más importante se deja guiar por la esquina en el desarrollo de sus combates.
El colombiano sabe que esta del próximo sábado en Carson, California puede ser su última oportunidad por la corona orbital en una de las categorías más llenas de nombres estelares en el mundo pugilístico.
Curtido con la experiencia del Madison Square Garden de Nueva York de hace dos años cuando falló en su primer intento ante el jamaiquino Nicholas Walters, quien perdió el cinturón en la báscula y al que enfrentó con varias libras de peso corporal de desventaja, se convierte en su ventaja competitiva ante el aguerrido monarca pluma Óscar Valdez que aún no tiene en su hoja un rival de la estatura y experiencia del bolivarense.
Marriaga posee la experiencia de haber enfrentado a varios peleadores de la escuela mexicana, de sus últimas diez peleas cinco han sido con pugilistas de ese país; sabe lo que es presentarse en el gran mercado mundial de los Estados Unidos por lo que no desconoce dos de las variables de la cita del sábado (después de las 10 p.m.) en el StubHub Center de Carson.
Precisamente esa experiencia jugará un factor determinante en la forma como el campeón Valdez salga a la reyerta, si combatiendo de forma sigilosa cuidándose del poder de un Marriaga que registra 21 nocauts en 25 pleitos o por el contrario el de Nogales (México) podría salir a imponer un ritmo de combate frenético que podría impresionar a los jueces de entrada, él también tiene pegada (19 triunfos por la vía del sueño en 21 combates).
El colombiano es hombre que camina bien el entarimado, sabe mover la cintura, decidido en su plan de pelea, conocedor de su oficio y con un corazón enorme para aguantar cuando caen los golpes del rival como se le vio ante Walters pese a la clara desventaja en el peso.
Un pegador bien hecho desde la categoría aficionada, con más de un centenar de pleitos en la rama aficionada y de una disciplina de admirar.
Fue campeón nacional aficionado y su sello personal lo distinguió siempre como uno de los más combativos entre las dieciséis cuerdas.
La única vez que bajó de un ring sin mostrar esa faceta particular de su estilo fue cuando debió enfrentar a su hermano Ricardo Marriaga en un torneo nacional donde desistió de combatir con su propia sangre.
La del sábado puede ser un choque de estilos entre un Miguel Marriaga fajador que combate en la corta distancia, con técnica, sin atropellar o que se muestre desordenado en sus ataques frente a un Óscar Valdez que lanza buenos volados de derecha e izquierda y al igual que su retador, sabe meter ese gancho de zurda al cuerpo.
Para muchos, el combate luce parejo y complicado para ambos. Sin embargo, como le dijo el entrenador del colombiano, Samuel Gómez, será más difícil para Valdez que para Marriaga.