Una mujer con claro acento cubano y pronunciados atributos eleva una cartulina que avisa el precio de un espacio en su parqueadero. Cobra 20 dólares por cada vehículo que se estacione en los alrededores de su casa, que está aledaña a ese gigante de techo retráctil y con aire acondicionado al que le caben 36.742 espectadores en sus tribunas, el Marlins Park.
El imponente y joven escenario, inaugurado en 2012, se construyó donde quedaba el antiguo Orange Bowl, donde la Selección Colombia de fútbol jugó muchísimos partidos amistosos. Está ubicado en ‘La Pequeña Habana’, la zona que acoge a una buena cantidad de cubanos que huyeron del régimen castrista y se exiliaron en Estados Unidos. Algunos de ellos, los que viven más cercanos al estadio, aprovechan los partidos de los Marlins para ganarse unos billetes de más, como lo hacen algunos habitantes de La Ciudadela en Barranquilla cada vez que Junior tiene acción de local.