Para el estudio, poco. Para el ciclismo y la mecánica, un maestro. Mervin Castellón acaparó las miradas cuando su nombre lució en lo más alto del podio en la categoría élite de la Vuelta al Atlántico. Castellón, de 25 años, superó en el embalaje a su compañero de equipo (Club José ‘Pepe’ Caballero) Nelson Soto.
'Me llevé la primera etapa, la cual fue bien planeada con Nelson. En el segundo día fue más sufrida la cosa porque los equipos empezaron a hacer alianzas, pero con la ayuda de Nelson y los otros compañeros, gané', rememora con emoción Mervin, quien se califica como un corredor 'hábil para la montaña'.
A los 11 años, este corredor de tez morena y escasas palabras, conoció este deporte. Impulsado por su padre Martín se montó en una bicicleta rin 20 y comenzó a lucir en campeonatos nacionales, pero cinco años después, las fiestas y el trasnocho lo bajaron de sus sueños.
'Ufff... quién sabe dónde estuviera yo ahora. Estaría con títulos nacionales y en un equipo profesional', expresa sin titubeos cuando se le pregunta si se arrepiente de aquella época.
'Por cabeza dura abandoné el ciclismo. Cuando conseguí novia empecé a andar en fiestas y fui dejando la cicla a un lado. Comenzó a darme pereza el levantarme temprano. Mis amigos me decían que para qué iba a correr'.
Hace cuatro años, cuando llegó a las dos décadas de vida, Mervin cambió sus planes y retomó el camino con el que espera, aún con una edad madura, convertirse en un corredor profesional.
'Quiero llegar y mostrar mi talento. No pierdo las esperanzas. Seguiré trabajando para tener buenas actuaciones y estar ahí en la pelea'.
Diario, de lunes a viernes, recorre unos 80 kilometros y los fines de semana extiende sus pedalazos entre los 120 y 150 kilometros.
'Le doy duro a esto. Mis profesores, como ‘Pepe’ Caballero, me han dicho que tengo grandes cualidades para el ciclismo y debo explotarlas'.
Siempre con la ‘cicla’
Tras las largas horas de entrenamiento Mervin regresa a su casa, ubicada en Villa San Pedro 2, almuerza y se alista para su otra faceta como mecánico de bicicletas, oficio que aprendió de forma empírica.
'Mi papá, cuando salía de la escuela, me llevaba para el taller de bicicletas y ahí aprendí. Ya estoy en un nivel alto (risas)', concluye Mervin, padre de dos hijos, una llamada Rosmery, de 4 años, y su reciente retoño, de cuatro meses, llamado Vincenzo en honor al velocista italiano, ‘el Tiburón’ Nibali.